
Ignoro si estoy cometiendo una infracción socialmente reprobable por cuanto me dirijo a una mujer que tiene la autoridad de alcaldesa, por lo tanto tutora de conservar el buen nombre de la ciudad de Barcelona y la exigente obligatoriedad de hacer que la misma vaya a más conceptos de valorada notoriedad, y no a menos como lo está demostrando y consiguiendo de forma crítica la ambigüa señora Ada Colau Ballano.
Señora Colau, es probable que usted no se percate de que cada vez que habla demasiado, pues verborrea tiene para rato, sube el pan. Sus contradicciones la elevan a un alto grado de desconfianza, y es cómo si tuviésemos la impresión de que por alguna extraña razón los poderes fácticos la aupasen en el año 2015 a ocupar el palacio ubicado en la Plaza Sant Jaume para administrar los 2736 millones de euros anuales que tiene el Ayuntamiento de Barcelona, olvidando que la institución municipal es una corporación de derecho público, lo que debe recordarle que unilateralmente, arbitrariamente y sin el consenso necesario, usted no puede dilapidar el erario y distorsionar las costumbres de buena acogida pero en paz, convirtiendo la urbe en un campo de desconcentración en la que reina el caos, un lastimado daño colateral que ha convertido a la migración en un foco de concentración en la bella ciudad condal, dejando que los manteros le hagan la competencia desleal a quienes pagan sus impuestos, la manutención de sus protegidos y la suya propia, permitiéndoles que se enbravezcan dando palizas, utilizando los cinturones con hebilla a modo de latigo a diestro y siniestro, incluso a los turistas de paseo y con enfrentamientos a diario con la policia local que tiene orden de hacer la vista gorda con un “muts i a la gàbia”, cuando las cosas se salen de tiesto.
De ahí a las contínuas reyertas en los barrios cercanos al mar, obreros y otros extrarradios marginales por poseer y disputarse a navajas y machetazos los narcopisos, la prostitución, los negocios ílicitos de alquilar desde parasoles a vender mojitos y bocadillos de dudosa tortilla y jamón en cualquier parte del litoral catalán, un negocio que evoluciona por el excedente de los expatriados que reclama derechos inadmisibles, otorgados por algún imbécil que subliminalmente les ha otorgado tales privilegios, evitando la intervención policial que causaría un mal mayor según amenazas solapadas que han corrido por las alcantarillas vecinales que con holgura domina la guardia menos pretoriana de corps que usted alimenta sobradamente. Y usted se “acojona”, permita la expresión señora Colau, dado que usted niega sistemáticamente a la oposición un compartido control de ese desbarajuste que nos está pasando una factura difícil de asumir de descrédito vecinal.. e internacional, máxime cuando los propietarios de los pisos “okupados” se estrellan contra su “incivismo” particular y de nula rigurosidad legal, haciendo que se dilaten expulsiones y desocupaciones por su lamentable y equívoco sentido de la solidaridad. Y si a todo ello le añadimos, el problema de su victimismo cuando no se decanta a arrancar de una maldita vez la hoja de la margarita en cuanto al aburrido clamor independentista, la adrenalina se quema en el ácido que rezuma la impotencia provocado por una diarrea mental, a lo mejor provocada por el calor.
En temas como éste, como aquél, y cómo el que va a acontecer a usted señora Colau se le ve más el plumero que a un indio sioux en pie de guerra . Quiere estar en todo sin comprometerse con nada, sin resolver nada y sin hacer que la nada se convierta en una repulsa colectiva, al menos corroborada por el mundo de la prensa, que la lanza a los abismos de un rechazo general por su demostrada incompetencia y la de ese nutrido de personajes que la secundan, como el de su primer teniente de alcalde que con su augusto doctorado piensa con mirada de soslayo que todo el monte es orégano, que tienen un poder absoluto arrebatado a un dictador muy similar al argentino Videla.
Se ha equivocado señora Colau, los mossos de escuadra, la policia nacional y la guardia civil están de usted hasta las nalgas y las narices que no se suenan por no contagiarse de su pasividad, de su injerencia, su maniqueismo y deseo, sin que nadie lo perciba por ahora, que quiere elevarse a ser presidenta de la Generalitat, y de esa conducta tan campechana nos hace pensar que cuando llegue el momento de mostrarla cuál es usted, poseída de una ambición sin límites, estamos convencidos que también en algún inesperado instante nos sorprenderá con el consabido : “ uy, lo siento, no volverá a pasar “.
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