
España es uno de los países que maneja una información privilegiada sobre los movimientos de sus habitantes, comparable al MI5 (interior) y MI6 (exterior) británico, entre otros de gran renombre y prestigio, pero no más hábiles para corregir crisis institucionales. El CNI (Centro Nacional de Inteligencia), secundando por el Real Instituto de Estudios internacionales y estratégicos El Cano, y los envidiables servicios de información y custodiada confidencialidad de la Guardia Civil, añadiendo que esas ramas de prevención son cuidadosas y perseverantes en contrastar cualquier indicio y alerta que pueda servir para prevenir injerencias en todas las áreas de influencia en su demarcación interna y diplomática, incluso de asentamiento de empresas españolas de gran envergadura en zonas de interés económico. Por ello no debemos extrañarnos en que determinados actos, como los sucedidos en Catalunya, no hayan sido analizados desde hace mucho tiempo y en estrecha colaboración mancomunada por las partes con planes de actuación cuidadosamente medidas y organizadas, para responder en el momento preciso a los peligros que podrían barajarse en cualquier escenario, ya sea de obligada y enérgica respuesta al conato de sedición y descrédito paulatino de quienes hayan originado un problema de tal magnitud, que pudiera entrever la contienda “subversiva” de las autoridades autonómicas, en pro de reventar en su deriva y postulación el orden constitucional y el marco de protección jurídica que la protege.
No debe extrañarse que determinados medios periodísticos lancen las noticias que supuestamente son desconocidas para el gobierno de la nación, con el fin de crear iniciativas de temor, falsear y pronosticar sucesos que después se llegan a producir con una inmediata posterioridad. Nada es casual, y no puede haber títeres sin hilos que los hagan mover con unas manos convertidas en herramientas de gran precisión.
Hay que ser plenamente conscientes de que los guiones se escriben y se modifican para obtener el éxito del público, aunque los finales no satisfagan a todo el mundo. Dicho lo anterior, añadir que muchas historias se dedican al drama, a la comedia, la acción, ciencia ficción , el belicismo y el terror. Y no es contradictorio conocer que en España existe un derroche de imaginación por parte de quienes velan por garantizar que nada ocurra, y si sucediese, pormenorizar las disputas en una lona de lucha democrática, utilizando los derechos y obligaciones como base fundamental del indispensable diálogo, para que no cambien nada en su contexto, logrando así una convivencia sin sobresaltos, alterada por los esbirros del revanchismo, el egoísmo y la corrupción demostrada que intenta encubrirse con una bandera, lacerando la convivencia, falseando los motivos, argumentos y las ideas, con las excusas de un pluralismo que creen dominar, manipulándolo como si fuese propiedad de su absolutismo más colérico y enfermizo, probablemente fruto de una ensoñación en la que atemorizados han creído que vivían en un mundo paralelo, aterrado por 155 gigantes con tenazas.
Las últimas manifestaciones del expresidente de la Generalitat, intentan arrastrar al pueblo catalán a construir una barrera sin vacilaciones, ni cortapisas que avalen la repulsa del Estado español, sin caos y demolición de las estructuras “soberanistas”. Pide el Sr. Puigdemont garantías para no sucumbir al peso de la Ley, haciendo hincapié en un victimismo reaccionario. La pregunta que nos podríamos hacer es sí con una actitud lacrimógena, no es lo mismo en otra traducción, que utilizar sus “reivindicaciones” de paz, prudencia y serenidad con la prevaricación por alentar y sostener una confrontación de provocaciones y confusiones, que a buen seguro impedirán la relación de exigente convivencia. Las elecciones no serán suficientes para evitar el daño causado, consolidándose un colapso que no habrán podido evitar los servicios de inteligencia del Estado, que no habrá sido por inoperancia, pero quizás sí por tener que atender, conociendo de antemano, de dónde procedía el origen del caos suscitado, empleándose tarde y con medios insuficientes a lo que nunca creyeron que un país, que siempre consideraron es el de todos, que algunos con sagacidad y desparpajo tratan de dinamitarlo.
“Las tormentas hacen que los árboles tengan raíces más profundas”.
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