
¿ Compañer@s de vivienda ?
Más vale estar solo, que invisiblemente enajenado
Muchas veces se tiene la imperiosa necesidad de compartir el domicilio habitual con una persona amiga o desconocida, y en la mayoría de los casos con el único fin de reducir los gastos mensuales por suministros, comunidad, impuestos e imprevistos, etc., lo que hace que se tome una acción precipitada por reducirlos cuanto antes, menospreciando por el ansía de solventar el acuciante presupuesto, la personalidad de quien va a tener igual derecho que el inquilino que figura en el contrato, o propietario de hecho si así lo afirma o es, en utilizar la cocina, el salón, el baño y otras áreas, que aunque las acotes de palabra, en algún momento y por curiosidad serán invadidas por el extraño.
La intimidad es un bien imprescindible, básico para cotizar al alza el bienestar, tu calidad de vida, algo que le ocurrirá al ”subarrendado”, aunque a lo mejor se conforma sin tanta exigencia al comprobar que los visillos de la estancia “arrendada” son demasiado transparentes y no insta a cambiarlos por el momento. Pero volviendo a la nueva amistad, su intimidad requerirá de igualdad, toda vez que se “atreva” a disfrutarla él o ella también con la misma naturalidad, añadiendo, con sonrisa forzada e inusitada entereza, razón para que tu entiendas que se hace necesario pedirte autorización para ponerle cerradura a su habitación, algo que por supuesto antes o después tendrás que hacerlo tu también, si no lo hiciste ya por evidente y necesaria precaución.
Deberás fijar un horario de actividad lúdica, como ver la televisión, aunque cada uno tenga una en su cuarto, además de la sala principal, y muy concretamente para evitar ruidos que trasciendan en una molestia para el vecindario. Comprobarás que la soledad y la necesidad de cicatrizar heridas emocionales si te son confesadas en franca camaradería, puede hacer invalidar las medidas cautelares referidas anteriormente, para no demostrarle a tu recién estrenado amig@ que no eres un sádico egoísta, aunque si tu estrenado colega es algo histriónic@, ya puedes empezar a andar con muchísima cautela, para evitar que el salón se llene de lagrimas o se convierta en una tormenta perfecta.
Si sólo se dispone de un aseo, será difícil que sí los emplazados a ocuparlo tienen una necesidad fisiológica urgente, no empiecen a tener serios problemas el uno con el otro en la coincidencia al pronto de usarlo, alegando cada uno de los mismos, excusas para que la transitoriedad por el mismo sea rápida.. y limpia, lo que puede empujar a un serio “atasco” de admitir que las prioridades son puntuales y privilegiadas, pero que han llegado a coincidir con excesiva frecuencia, lo mismo que la falta de papel higiénico, la toalla sucia y la falta de higiene personal y otras prendas, que no huelen precisamente bien por su ausencia o dejadez en el tambor de la lavadora, a la que le falta detergente, suavizante o lleva semanas pendiente de ser revisada por un técnico.
Tampoco deberemos olvidar que la limpieza en toda la casa, especialmente también en la cocina, es un tema que invita a lidiar batallas y rencores inconfesables, y si le añadimos el contenido de un frigorífico que de vez en cuando es asaltado y expoliado, no habrá arbitro capaz de parar el partido de una riña que mejor no se realice en donde puedan alojarse cuchillos, platos y ceniceros siempre arrinconados, pues ya ninguno de los dos “habitantes” fuman ya.. o sí.
Es un asunto peliagudo, dar el duplicado de una llave a alguien que al dormir puede roncar traspasando su vibrante eco por las paredes, que habla alto por el móvil, que necesita aumentar el volumen de un aparato musical porque su pabellón auditivo está dañado, o puede estar sordo debido a la cera que lleva meses no se ha extraído de sus oídos, y que su educación la dejo en el zaguán en el instante en que acordó contigo un precio por acompañarte en la aventura de sufragar parte de tu economía, convirtiéndose así en tu alter ego, en tu compañer@ de piso, que un día te pedirá una corbata o un vestido, que te lo devolverá manchado o hecho trizas, y te dirá lo siento, ya lo llevaré yo a la tintorería, esa que nunca coincide con sus horarios. Y así empezará, ojalá que existan excepciones, el inicio de las hostilidades que harán naufragar la tan necesaria concordia en el compartido hogar.
Y el “summun” de la “intolerable” paciencia aparecerá más pronto que tarde, perfilándose un conflicto de inesperada repercusión, cuando a altas horas de la madrugada, el curioso “realquilado” llegue después de haber bebido una copa de más, y se “desayune” antes que tú, con la única lata de atún que te ibas a preparar como bocadillo antes de ir a tu trabajo.
Y es qué, mirándolo bien, porqué, antes de iniciar la larga travesía a de empatizar o converger de mutuo acuerdo con el samaritano que te va a permitir llegar a final de mes, no decidiste vender o alquilar, si estuvieses en esa condición, tu piso de tres habitaciones, y te mudaste a uno de dos o a un estudio, a un loft, para impedir que tus berrinches trasciendan y poco a poco sientas que tu carácter ha “empeorado” con espasmos avinagrados, lo que quizás te haga llegar a la conclusión de no volver a tener jamás la tentación de compartir hábitos y espacios con otra persona, a no ser que tengas un sótano y puedas enterrarla por desesperación y la falta de control, provocado poco a poco, a través de la corta soga de la enajenación mental y la necesidad, después de todo, de seguir siendo, además de “mileurista” un solitario invisible, al que le acompaña de vez en cuando alguien a la que habrás invitado a pasar un largo fin de semana.. y sin ningún otro compromiso, salvo el de abrirle y cerrarle la puerta cuando entre o se vaya, ejerciendo agradablemente unos derechos propios que no podrán ser cuestionados.
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