
¿ Se tiene constancia de los muchos replicantes que hay sufriendo por motu propio una conspiración inducida ?
Los clones y las clonadas, valga el rudimentario calificativo, los mismos/as que se miran y se observan mutuamente, cuidadosamente perdiendo muchas horas frente al espejo, ensayando gestos, miradas furtivas, frunciendo el ceño, poses de película, dando sombra al borde de los ojos y rojo pasión a los carnosos labios mortecinos, peinándose el tupé o la larga cabellera femenina, amén de afeitarse unos y maquillarse otras, ensamblando idéntica sonrisa con dentadura higienizada en el dentista de confianza de la esquina, que los blanquea con una pasta y cepillo con sabor edulcorado a lejía, pasando todos por la travesía natural de la vida y por la peligrosa cornisa de una existencia dinámica o muy aburrida, con sueños de tortuga que no pasan en balde cuando se ven pasados los
años envasados en latas de contenidos exquisitos o sabores podridos, de caducidad temerosa que siguen hirviéndose en baño maría, etiquetadas con una larga memoria de experiencias gratas, otras grotescas, tormentosas y mezquinas, que nunca creyeron los comensales de la etapa pasada que apareciesen en la última cena algún día, permitiendo a la mente recordarlas con extrañas sensaciones de nostalgia, y así darse cuenta que la historia se repite con un paralelismo similar al de sus ancestros, ya ancianos o fallecidos, que será difícil tengan ocasión de hallarlas en la alacena de sus recuerdos.
Conspirando internamente y obligándose a hacerlo, se recuerdan personajes, algunos protagonistas y amigos queridos, algunos con saña, en el que se observaba el lento peregrinaje para pagar los estudios, las salidas a guateques, el alquiler, otros con suerte de poder asumir la hipoteca todos los incompletos días que empezaban siempre a final de mes, mientras muchos, además del lamentable desahucio puesto a la última moda hoy, se separaban con lamentos y funestas jarchas, fulminándolo todo como un rayo en busca de la mujer o el hombre idóneo, perfecto y oculto en un arca perdida, que siempre yace en el fondo de un desfiladero lejano, tan difícil de descender para no poder volver a subirlo otra vez por el cansancio demostrado repetidamente, sin pretender olvidar que en la carretera de la vida nos encontramos con muchos “ceda el paso” en el que sin pensarlo nos detenemos, y en los escasos “stops” nos los saltamos a la torera sin la precaución debida.
Y en algún momento surge la polémica entre una familia recién inaugurada u otra que por tiempo y rutina hace aguas, lo que hace reflexionar al individuo o individua en aras de acorazarse con una individualidad sin precedentes, admitiéndolo de forma distinta la mujer de armas tomar que se ha convertido en auto-suficiente, quien arrima más el hombro y no quiere saber nada más del entierro presente de la inevitable ruina, mientras que el varón sin “b” de título ni condición de plebeyo o extra eterno de participar en un spot publicitario, sigue pensando que su trayectoria imparable de transformarse en rey de la casa, jamás será un objetivo perdido, mientras haya en el frigorífico un botellín de cerveza y una lata de atún en conserva . En cuanto a ella, sin eludir una tableta de chocolate de almendras como pieza que mitiga la ansiedad,
menos preocupada de las notas del colegio de un hijo/a sin bautizar, que el ignorar ni por un instante el tipo que ha conocido con una ilusión desmedida y desconocida en la clínica veterinaria que atiende a su can, en un caso de maltrato animal, ahora recuerda su frustración y una psicopatía no fingida en el vacío salón de una casa oscura con la cerradura asegurada a cal y canto, y abandonada de espacios que los ocupantes han arrinconado en una cavernosa, desdibujada y escondida morada, sorteando las crisis y exhibiendo las cicatrices, ayudándose así mismos sin erradicar los problemas de fondo, que obligarán a rediseñar otro tipo de acercamiento o parálisis social, sin descartar la facial que está haciendo mella por el paso de los cumpleaños y compromisos que jamás tendrán de testigo al otro yo que quedó absortó en un crucigrama que nunca resolverá.
Y si crees que los síntomas de la decepción son esos replicantes, mutantes o zombis marginados por los solitarios invisibles, los que alimenta tu cerebro con vacunas que te aplicas con inyecciones de letal moral ficticia contenida en una fría jeringuilla, que causan prepotencia en vez de miedo, vete de vacaciones al quinto pino por duración indefinida y vive dejando que los demás lo hagan sin acordarse de tu nombre, los que estaban a tu lado y se marchitaban contigo, respirando otros aires que no son los más apropiados para ellos ni para ti, y deja de obsequiarte con medicamentos farmacéuticos o de cremas de belleza arisca e impenetrable, pues puede llegar el momento que te recetes tu mismo un “Tamiflu” de pega para una gripe perenne que va de la A a la Z, cuando lo que realmente necesitas es tomarte un combinado de agua del carmen o de litines digestivo con una pizca de alcohol de romero. Todo eso, que no es mucho, te aliviará, iluminándote el rincón donde alojas tus inalcanzables estrellas, dejando de hacer ruido para escuchar el suave sonido de una ola que se estrella delicadamente en el espigón de tus remordimientos.. por no haber tomado la decisión mucho antes y a cualquier precio, que siempre será poco si la felicidad la empiezas a descubrir cuando lo desees con vehemencia y el coraje del que ya no te acuerdas, dándote cuenta que en efecto, eres distinto al resto y tu conspiración es más romántica y útil que el cabezazo que pretendías darte contra el muro de tus lamentaciones.
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