
Costa Rica, almacén de drogas y fosa indeterminada por la desaparición de excursionistas y curiosos lugareños que no vuelven a sus hogares.
En Costa Rica, refugio de soñadores, ecologistas anónimos sin rumbo fijo, buscadores de paz, excursionistas que se pierden donde no deben hacerlo por su seguridad, no hacen más que aumentar por el número de desaparecidos que no dejan rastro alguno, muchas de esas personas observadoras de fauna, y no precisamente por la mordedura de la letal “terciopelo” que después de morder e inocular su veneno de poderoso réptil, deja a sus víctimas listas para ser devoradas por la fauna animal en algunos de esos maravillosos parques naturales que tiene el país, con selvas impenetrables que ahora con algunos claros de quita y pon sirven para aterrizar avionetas procedentes de Panamá, espacios de libre concurrencia áerea que han abierto los narcotraficantes organizados y avispados como abejas mecánicas, que no desean testigos de sus silenciosos
aterrizajes con turbinas potentes cargados con la considerada mejor cocaina tenedora de la mayor pureza del área centroamericana, que depositarán en cuevas horadadas entre la espesura y de difícil localización que servirán para que los carteles de Medellín y Cali, a modo de almacenes reponedores, suministren las compras de las consideradas de menor escala, tanto a la propia Costa Rica como a Guatemala, Honduras, Bélice, Nicaragua, salvándose de este ingente trasiego El Salvador debido a su producción propia y la intervención violenta de la “maras” que no tienen reparos en asaltar y apropiarse de la mercancia que detectan como un derecho de propiedad.
Mientras las rutas a Estados Unidos y Europa, siguen utilizando la misma imaginación de siempre con sus variantes de mimetizar el proceso con la legalidad, volando a baja altura y surtiendo de polvo blanco a un consumo que cada día va en aumento, a través de grandes buques que aparentemente cargan frutas tropicales perecederas, que sin tapujos son plasmadas en el diario de a bordo como lanzadas al mar debido a la rotura provocada de las máquinas refrigeradoras que deberían conservar el producto que nunca existió, mientras que el valioso cargamento custodiado ha sido “trasladado” a barcos auxiliares considerados lanzaderas que a su vez reparten el contenido en yates, veleros y “gomas” neumáticas con motores sobrados y autonomía suficente que les puede hacerse mantener en el agua más de jornada y media entera y a todo gas.
La DEA abunda en informar qué cuando esas cortas explanadas en territorio costarricense son avistadas por los satélites, se produce un período de inactividad en la zona de interior, que es contrastado con otro más método febril que consiste en lanzar desde helicópteros continuamente fardos al mar para qué flotando sean rescatados por barcos cuyas artes de pesca controlan más de 150 millas de aguas territoriales.
Costa Rica no tiene ejército, salvo una policia que intenta hacer su trabajo muchas veces a sabiendas de que sus vidas y la de sus familias corren peligro si no miran a cualquier otro lado, lo que ha hecho que se intensifique y de acuerdo a los convenios bilaterales con Norteamérica la colaboración para que grupos de vigilancia de intervención puntual aparezcan de vez en cuando para paliar la falta de control fronterizo, lo que tampoco impide que el 95% de la droga entre por Panamá con destino al “trastero” de Costa Rica, procedente de Colombia como primer productor al que nadie se ha atrevido a rebatirle su importancia en el mundo.
Costa Rica está experimentando poco a poco una metamorfosis que afecta a su jovencísima población, en la que la “pura vida” no está exenta de sana ambición, tentación por progresar y deseos de no ver interrumpida su formación y conducta social de la que siempre ha gozado con una excelente educación, en la que sus 51.100 km.2 y sus escasos 4.900.000 habitantes, convierten al país, desgraciadamente en un atractivo bastión amurallado de exhuberante vegetación que todo lo oculta, incluso la percepción de que nada pasa allá y poco se puede contar de quienes se han extraviado por algún camino y del que poco se dice y ya va siendo hora de investigar, pues el incremento de desapariciones ha pulsado el botón de alarma que no ha dejado de sonar desde que en 2013 los cárteles de la droga decidieron que el “Trastero de la Droga” tenía domicilio fijo sin ninguna fiscalidad con cobertura total a ritmo de “Diablo Chingo” con seis balas en el tambor, machete para cuartear y pico y pala para sepultar.
Volveremos a informar cuando las autoridades se pongan de acuerdo y coincidan en la documentación real que vamos a volver a solicitar y nos señalen la institución a la que dirigirnos sin tanto marearnos, en cuanto a las acciones que emprenden sobre las apresiones en la persecución del tráfico de drogas y la connotación poco aclarada con la desaparición de personas que han ido en aumento desde que los “capos” colombianos pisaron el suelo del último “edén” e intentan atemorizar al “tico” pacífico.
Costa Rica es un país encantador, centroamericano que limita al sur con Panamá y al norte con Nicaragua. En el este coincide con el mar Caribe y en el oeste con el océano Pacífico.
Costa Rica goza de la mayor biodiversidad del planeta por km.2 (6%) a pesar de su reducido tamaño. Costa Rica alberga a más de 10.000 especies de plantas, habiendo entre ellas más de 1000 especies de orquídeas. Entre especies animales existen: 232 especies de mamíferos, 838 especies de aves, 183 especies de anfibios, 258 especies de reptiles y 130 especies de peces. El 25% del territorio está protegido, y hay un total de 27 parques nacionales, además de otras reservas naturales.
Sería un error mayúsculo abandonar la obligada protección que se debe a uno de los pulmones más sanos y auténticos del planeta, que no puede correr el riesgo de verse involucrado en una guerra sucia de intereses que provoquen desestimar la afluencia que desde siempre ha tenido Costa Rica, visitantes a los que intencionadamente se pretendan asustar con la intimidación de no volver jamás a sus hogares, o que los propios costarricenses (ticos) teman perder el dominio de una bien ganada libertad por conservar el país en toda su envidiada pureza y sin la presencia de otros abominables salvajes, que perturban el bienestar y la salud de los demás con su indeseable tráfico de sustancias y muerte . Pura Vida, que así sea.
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