
Sin buscar culpables, aunque los hay muy dormidos por absolutamente no hacer nada.
¿ Cómo transcurre el día de la voluntad dominada por la marmota ?

Aparece el día bajo un sol de justicia.. y sigue la penitencia repetida e interminable. Ni siquiera el hambre de un pueblo doblegado y constantemente humillado como es el haitiano, ni las torturas mentales del temor a las deportaciones sin el registro documental de una cámara lenta que las ralentice por un director de gobierno más humano, que a la vez permite se recrudezcan determinadas acciones violentas y reprochables, de manera física incluso si hay un mínimo de resistencia, ni las leyes reconocidas y protectoras amparadas en organizaciones que al parecer ya no significan nada como las comisiones de derechos humanos, Ong,s vendidas por un plato de lentejas para satisfacer nóminas generosas, y así muchos tantos y otros acuerdos, bagatelas y protocolos que se firman sin responsabilidad, se promulgan y no se aplican para ser emborronados y no dejar huella, ni tan siquiera en el recuerdo de los intervinientes en un acto inocuo e intrascendente, entre otros muchos epílogos de intenciones y epitafios que nunca se terminan de asimilar cuando se es testigo ceremonial de un bochornoso espectáculo, tienen la culpa de que quienes deberían levantarse cada mañana con más agallas, impulsos e ilusión para defender el estado de derecho que nos afecta a todos por igual, se juramenten inflexiblemente con el valor que se le supone, allí donde se invente, por ser un inútil ese procurador derivado por quinta vez, que se esconde con el efecto síndrome de la marmota en la transversal desorientación, o que desea enriquecerse profesionalmente por gestionar en su ejercicio la indiferencia personal, al reforzar precipitadamente su ineficacia e ineptitud demostrada, favoreciendo así y con el clarín al degüello, el sortilegio del horror y el hacinamiento premeditado de una maltratada e ignorada sociedad, carente de comprensión y recursos básicos para sobreponerse humildemente y sin ningún signo de arrogancia.

Casi llegado el mediodía, se defenestran a gran altura las emociones y las súplicas escritas, quedando relegadas al escondite secreto que guarda todo lo infructuoso que se recoge, experimentando la sensación amarga de que todo el esfuerzo que se hace por llevar una idea de salvación y mucha dedicación al método, reconciliación, colaboración y respeto al único país que otrora y actualmente es el refugio vecino de los más pobres y vulnerables, es considerar la respuesta que no se da de manera convincente, como estéril y considerada absurdamente fraudulenta por algunos lícántropos que manejan poder para hacer algo que ni siquiera es insignificante, negándose a intervenir al mostrarles pruebas y argumentos demasiado evidentes, pues no hay tiempo para sobornos sin fondos ni agasajos testimoniales a nadie, y muchísimo menos para perder el tiempo en seguir recibiendo el silencio despreciable de muchos funcionarios con demasiados votos de un sistema inoperante como demuestra ser el dominicano, que bien necesitaría un recambio de imagen para vaciarle los bolsillos con mucho amor, educación y algunos azotes, o desconectar a muchos de sus “enchufismos”, quizás de corriente alterna, que ni tienen voluntad y mucho menos autoridad para ayudar a aquellos que únicamente intentan que el espíritu de la cordialidad y el advenimiento de la razón se atienda, por encima de los largos procesos que solo hacen perjudicar la soberanía y la coherencia por resolver y concluir con una utilidad razonada, todo lo que es justo, necesario y prudente para evitar problemas mayores que podrían entristecer hasta al propio diablo.

Llega la tarde y después de meditar cómo volver a empezar y preguntarte cuáles han sido tus pecaminosos errores, para ser anotados en el cuaderno de las frustraciones, a fin de hallar otros recovecos, caminos, atajos y soluciones, no se puede impedir que aparezca una neblina que destila un sabor amargo y un ambiente viciado que inunda el espacio solitario de las convicciones, que con el candado resistente e inviolable se puede llegar a tener la sensación, cada vez menos dudosa, de que el destino es el único que tiene la llave.

Cuando llega la madrugada y solo se escuchan los redobles de tambores que aparecen en las pesadillas, observas sin definición clara en el interrumpido sueño, como se estrella el mensaje lanzado a los mares serenos del entendimiento dentro de una botella casi rota, que al ser rechazada en las inmensas profundidades de las promesas contaminadas, laceradas y ahogadas, surgen nuevamente a la superficie con mucho desgaste del vidrio inservible y “podrido” a punto de cicatrizarse, espetándose una y otra vez contra el mundo infranqueable de la indiferencia política, aunque te permitan lamentarte con mensajes rebeldes en sus paredes de corchos y mesas de despacho sostenidas por patas de barro y sonrisas cínicas, que ultrajan un sentimiento que desaparece sin percatarnos, la humanidad, tan olvidada y tan ausente en lo que podría elogiarse en una mesa de diálogo clara y determinante.
El día de la marmota en España, Argentina, México, Venezuela y Chile sería como estar atrapado por el tiempo, en el resto de Hispanoamérica se relacionaría en lo metafísico con el hechizo.

Groundhog Day en USA se visualiza muy bien a través de un film, donde el protagonista interpreta a un meteorólogo que cubre las predicciones anuales de la marmota para los granjeros de Pennsylvania, en el que por un azar se encuentra atrapado en un ciclo de tiempo, repitiendo la misma secuencia del día siguiente una y otra vez, algo muy similar a lo que sucede en la complejidad de algunos gobiernos y sus representantes a cualquier escala.
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