En Haití unos pocos encuentran el camino que aunque abrupto están decididos a recorrerlo, otros no lo reconocen cuando lo encuentran, otros ni si quiera quieren encontrarlo pues creen que no merece la pena intentar dar un primer paso.

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Es un hecho que la Comunidad Internacional a través de su órgano de gobierno de Naciones Unidas se desentiende de Haití por considerar al país como un ejemplo de la frustración social sin remisión y la defenestración voluntaria de sus dirigentes que lo mancillan y lo perpetúan al caos más sangriento y horripilante, ya sea por la actitud de los anteriores o los presentes que se quieren implantar como indispensables de una política inexistente, agría y envenenada, ofreciendo como resultado lo que no debe considerarse ni interpretarse por asomo como un Estado, con garantías suficientes de serlo gobernado con un mínimo de rectitud, ni siquiera aparente.

Ante las necesidades, que son muchas y de condición humanitaria, las asociaciones, fundaciones y organizaciones no gubernamentales del mundo que afloraban el escenario de esa castigada área caribeña llamada Haití, han preferido desvincularse, partir de inmediato y huir por así sentirlo en sus propias carnes y en palabras de sus responsables, a fin de evitar saqueos y violaciones, bandidaje y asaltos indiscriminados cuando llega tanto el día como la noche, evitando ser testigos de que la ceguera y la hambruna, la maldad y la impotencia, el poco respeto por el ser humano les puede pasar factura con el máximo riesgo de perder la vida.

¿ Cómo solucionar el grave problema de identidad social y de una política tragicómica por seres que se postularon a salvaguardar los intereses del pueblo como una constante desde los tiránicos años de Duvalier y su Tonton Macoutes, que todo lo arreglaban a golpe de machete cuando alguien utilizaba un tono en el que podía respirarse un hilo de libertad para así hacerlo ?. La respuesta es simple, ya que difícilmente quienes podrían lanzarse a tomar las riendas de ese caballo desbocado que ni es blanco, ni alazán, ni negro montado con el jinete galopante de la corrupción, aún teniendo valores y un sentido crítico, además de las soluciones que deberían implantarse con la ayuda de la Justicia, clave fundamental para delimitar, perseguir y condenar a quienes se dedican a proferir amenazas y arrebatar el trozo de pan de subsistencia básico para al día siguiente permitir perseguir la ilusión hasta edificar el concepto de integridad, éstos hombres y mujeres, que los hay y muy capacitados, se hallan inmersos en el entretenimiento hilarante de analizar sus claras desventajas actuales, creándose una consigna, dejar que todo se volatice para abrir la caja de Pandora y empezar desde la raíz, todo de nuevo, desde la educación primaria hasta el sentimiento de que existe un bien y un mal, la inteligencia y la mediocridad, la batalla inacabada o la rotunda paz tan necesaria que tan reñida está y que viste una túnica siempre manchada de sangre.

Si la oposición de buena fe haitiana no se organiza y nombra un único líder, con sus posibles fallos y aciertos por el largo camino que deberá recorrer sin encasillarse en lo que no sea de importancia general, fundamental y urgente, y en todo lo que no sea atribuirse el papel de mandatario aupado por la mayoría de los ciudadanos, además de los partidos “tribales” que tengan un verdadero sentido patrio, Haití no resurgirá de sus cenizas y mucho menos tendrá ocasión de salvaguardar sus oportunidades para poner a prueba a quienes consideramos hoy indispensable para lograr reunir en lo que se han convertido las facciones que protagonizan los escándalos y las miserias, Nos estamos refiriendo a Marc-Aurel Bonne-Année, un “artesano de lo más parecido a un milagro”, que sin duda utilizará el yunque para forjar una llave única y afilada como una espada, que abra un futuro prometedor y nada efímero para considerar que el destino convergerá entre todos quienes deseen participar en un nuevo Haití, del que muchas recompensas puede dar a quienes confíen en que nada todavía está perdido, luchando juntos todos contra los fantasmas de los imposibles y los paraísos perdidos.

Para Marc-Aurel Bonne-Année se hace prioritario definir políticas de concentración y sin dispersión ni limitación alguna para subsanar los males que afectan a la gran mayoría, desarmando a quienes tengan el dedo puesto en el gatillo, tanto del arma física como del poder erróneamente otorgado, volviendo a crear instituciones fuertes creíbles, serviciales y exentas del clientelismo y la prevaricación, que tanto ha medrado sin control ni medida. Si la nueva casa madre no se levanta desde una cimentación a prueba de terremotos y huracanes, y se sigue insistiendo en empezar por el tejado, habrá que empezar a pensar que el castigo del “divino” hacedor, nunca contó con esos 27.750 km.2 en donde padecen casi 11 millones de almas en pena, que en ningún caso se merecen la constante de contemplar un ocaso con imágenes que dejarían helado al más incrédulo en un clima tropical como bien podría disfrutarse en ese bello rincón tan olvidado por el mundo como es Haití, que ya únicamente le quedan secas lagrimas, mucho menos voz para gritar su desesperación y oír su apagado llanto.


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