La jaula de una torre de Babel, que se desmorona en una Europa que se enternece tontamente, mientras se manda mensajes de whatsapp con imágenes repetitivas, eso sí de calmadas y sonrientes posturas.

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Es la España de siempre, en la que los poderes se reparten para que todo quede ingobernable y nadie sepa a que maestro armero reclamar cuando la impotencia se apodera del ciudadano. Es la España en la que no manda nadie, salvo la democracia mal entendida y aplicada en la que se permite que nadie se otorgue la autoría del cuento de gobernar con seriedad, destreza y habilidad parlamentaria, y por ende para que todo o nada quede en el suspenso del debate aplazado o en la acometida fortuita de la oposición, que aprovecha cualquier dislate para empezar únicamente a utilizar como diana mortífera de la palabra a su oponente, mientras hace su dieta de una incompetencia y un radicalismo total.

Tantos años han pasado desde que se derribó ese fascismo tan admitido, usado, temido y criticado en el bar por la complejidad de los que hoy, por entonces no habían ni siquiera nacido, que al parecer resulta que los que vivimos en ese tiempo de “chatos” hoy de “chupitos”, tenemos la culpa de todo lo inaceptable que sucedía, incluso de tener más horizonte, alegría y esperanza, luchando por las causas que creíamos justas y perdidas, siempre por delante de correr un pasito más por persecución de los “grises”, cuando llamaban a carga de porra en una sonora desbandada. Antes, los libertarios teníamos a quien culpar, a ese Franco que concentraba multitudes para dejarse alabar por un pueblo en continua e irreversible penitencia, que hoy se manifiesta con idéntico rictus y sin tanta ejemplaridad mostrando su descontento y acechando a la plebe desde un progresismo no tan rebelde que claudica ante el Ibex 35 y el no saber que hacer en las vallas de Ceuta y Melilla, para contener la masa humana que se le viene encima a una Europa desprotegida de interés alguno para no dejarse intimidar.

Ayer Italia decía no a tanta bochornosa exageración de las ONG,s “humanitarias” de rescate y servicio marítimo para transporte y acoger sin remisión a los sin papeles en su territorio, hoy en la capital de Dinamarca los musulmanes se atreven a repeler cualquier intromisión por el control del gobierno a una situación desbordante en la que se ha detectado que los delitos y la incívica conducta han aumentado hasta la exageración, mientras que en Finlandia los ultra conservadores se alzan con la batuta para poner orden en lo que parece nadie dirige una orquesta con un plausible proceder. En Albania, Grecia y Hungria están hasta las narices de tanta infiltración para llegar los contingentes de necesitados a una vida mejor a las puertas en donde se reparte gratuitamente la rica miel. Y así podríamos llegar hasta la saciedad de narrar casos parecidos en un mundo que no se concentra tan solo en el muro yanqui en la frontera del charro, la Venezuela que ya parece un sainete, el Haití hambriento, un Sudán que no tiene toalla para secar el sudor que padecen sus oprimidos por los bandazos que reciben entre un tirano y otro de repuesto, y el sudario que padece.

España en esta Semana Santa, en la que cómo siempre se aprovechan estos días vacacionales para sufrir las huelgas de los trabajadores de turno, hoy coincidente con los controladores de una seguridad privada, especialmente en los aeropuertos para “joder” al personal usuario de turismo y viajeros por menesteres laborales, causando menos molestias a los que siempre como “empresa” en conflicto negocian tarde, sin que haya voluntad de la administración central por arreglar el fiasco con urgencia, cuando la guardia civil estaría encantada de solventarlo en un “plis plas”. Y después dirán los politólogos que no entienden todavía muy bien el auge y notoriedad en forma llamativa y decisión de voto útil que está alcanzando la formación política de Vox, de la que podríamos deducir que muchos afectados podrían considerarle el parche que necesita el país de las maravillas, al que sin duda le falta una contundente, larga y dolorosa lavativa para empezar a curarse de su diarrea mental.

Cuánto hemos cambiado, sin darnos cuenta que los ruiseñores siguen cantando, mientras los ciudadanos seguimos triando en esta jaula vomitiva de Babel.


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