
Expulsado sin desear salir así, con el rabo entre las piernas, sin mortificación alguna y con las verdades del barquero por delante como único argumento que compartir.
Nunca sabemos hasta que punto estamos deslindando los problemas que creamos subjetivamente y los apilamos junto al poste alambrado que los separa de nuestra frontera imaginaria con la intención de fingir olvidarnos de los mismos, ya sea por nuestro blindaje social, profesional o emocionalmente profundo en el tiempo, optando por hacerlos invisibles o por el mero y complaciente pensamiento de que desaparecerán de igual manera que llegaron, cuando lo natural sería afrontar los riesgos e intentar solucionar ese tipo de inquietudes que requieren de una intervención muchas veces drástica y serena a la vez, que evite el padecimiento que se sufre a diario por no asumir que la temporalidad a largo plazo no es el mejor medio ni remedio para olvidarnos definitivamente de un efecto retardado, que con probabilidad nos pasará una costosa factura mental que nos obligará a dudar si el destino lo es todo. La prudencia y el ser consciente de nuestras actitudes para resolver situaciones críticas y desconcertantes se hace imprescindible para saber quiénes somos y hasta qué punto somos capaces de reaccionar.
“El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo”. Friedrich Nietzsche
Este artículo lo estoy redactando en el OpenOffice Writer de mi ordenador portátil, cuando son las 19.40 horas del día 26 de Junio de 2018, aeropuerto de Punta Cana. A punto estaría de salir volando a las 20.15 h para Madrid, y que no será hasta las 22.45 dado el retraso inesperado que ha enervado a más de un pasajero.
Después de pasar un lento proceso en el mostrador de la compañía aérea he conseguido mi tarjeta de embarque para deslizar seguidamente por el filtro del escáner mis escasas pertenencias. A continuación la obligada parada en el control de pasaportes, en el que tras pasar mi documento, me han hecho ir a otra garita a abonar los 2500 pesos de penalización por haber estado en el país más tiempo que acredita el permiso de estancia para turistas. Una vez realizado el pago con 52 Dólares US, la atractiva funcionaria policial ha alzado la mano, lo que me induce a pensar que me estaban esperando, para dar paso a un moreno sin uniformar con escarapela de borrosa identidad que seria y educadamente me ha introducido en su despacho de inmigración para decirme lo mismo que después me ha repetido pausadamente por el mismo pasillo que recorre el “dutyfree”, preguntando por mis apellidos y nombre, retirándome a una esquina para no entorpecer el tránsito comercial, leyendo en perfecto “castellano” un memorándum oficial en el que se me comunica que tengo derecho a reclamar la decisión que recoge una normativa de admisión, que no de expulsión, rechazo o deportación, con coerción preventiva por desacato (sic) si me niego por incumplimiento llegado el caso, en la que se me informa que si decido volver a República Dominicana tendré que hacerlo vía visado administrativo anticipado, con no menos de 60 días de petición para una previa autorización escrita por parte de la Embajada o Consulado más cercano a mi domicilio, ya que de no tener en cuenta la Ley que ampara el protocolo de entradas, no se me permitiría acceder al país haciéndome volver en el próximo vuelo de retorno con todos los gastos a mi cargo que ocasione el
traslado y sus contratiempos. Nada he dicho, ni tan siquiera he esbozado una sonrisa, pudiendo añadir con ironía y sarcasmo que la noticia me ha pillado con los calzones bajos y totalmente desprevenido. He firmado como constancia de recibido el papelito escrito a doble cara con un bolígrafo sudado y encima de una estanteria expositora de ron Barceló, y del que no me ha dejado duplicado alguno, trasladándome acto seguido una mirada que podría traducir que tampoco él había entendido nada.. pronunciando finalmente un “grassias” al comprobar que estaba derribado cuál caballero templario, decidiendo de inmediato seguir andando con una sensación extraña de incredulidad y sin echar el cerrojo de la vista atrás, en el que he podido entrever como un policia se le acercaba con gorra de campaña y resto de grís merengue e introducía el documento que le daba mi “comunicador” en una carpeta amarilla. Es ese preciso momento he comprendido que a partir de ese segundo disperso me habían cortado las alas para volver al lugar en donde me encontraba bien y en paz conmigo mismo. En definitiva, he pasado de observador retirado a “bloguero” reportero con aspiraciones de notoriedad periodística y con sede en Rep. Dominicana a ser considerado “persona non grata” en una isla en la que todavía deben vivir los descendientes del Capitán Morgan, Jack Sparrow y toda esa clandestinidad de truhanes que aloja la cofradia de la más vieja piratería.
Sinceramente no me ha sorprendido nada toda la perafernalia inquisitiva, pues de hecho ya había sido apercibido indirectamente por un “amigo del alma” de que algo peor podría sucederme en el caso de no darme de baja definitivamente en el colectivo turístico de larga duración, y francamente desde tener un accidente a encontrarme con una dosis de droga suficiente debido al olfato embobado de un mastín para meterme en el penal de La Victoria, hasta acusarme de corrupción de menores con una morena que juega con una muñeca de trapo, éste suceso es tan liviano como dejar que me metan una hostia eucarística en la boca dentro de una sacristía cristiana llena de rabiosos sabuesos, tras un sermón para los niños malos como al parecer he sido yo. Prometo que la intención con los asuntos de aquí era portarme mejor dentro de un analfabetismo que me imposibilitaría escribir y si lo hiciese sería con muchas faltas de ortografía.
Muchos dirán que he sido un inconsciente, buscando la manera de salir ileso, inmune después de charlar, tontear y tratar con tigres y diablos, huyendo por un portón al que le han arrancado el timbre, siempre silencioso desde que crucé la frontera con Haiti, oliéndose los dominicanos que se estaba jugando con ellos o en ambos lados, lo que tampoco ha impedido que pudiese olfatear la podredumbre por allí o por allá, pudiendo llegar a acuerdos de no meter las narices por un pasaporte inocente, desacreditar la gestión de un incompetente gobierno o el abuso de una industria hotelera española compinchada con síndicos, políticos de postín y militares de alto grado de corrupción, o el haber anticipado una decisión de fusión estratégica entre República Dominicana y Haiti antes de concienciar a la población o buscar soluciones alternativas como ir dejando que la frontera se contraiga hasta hacerla desaparecer desde Pedernales hasta Monticristi. Y creo haber dado en la diana cuando la oposición dominicana ha tomado cartas en el asunto y secunda la información que bien España hubiera podido filtrar, incluyendo al partido del nieto de Trujillo, con la intención desesperada, planeada supuestamente por el Grupo Punta Cana, de impedir que los intereses y las influencias externas de EEUU, Francia y Canadá pudieran dañar su hegemonía sectorial en un área turística ampliada en la que el capital ha buscado refugio, estabilidad y demostrada rentabilidad.
Estoy sentado en la sala de de espera para embarcar casí de madrugada ya en la aeronave en la que ya no podré regresar jamás. Lo sé. Y empiezo a entender de que he sucumbido a un juego parecido a saltar la comba, en el que cuando tropiezas con la cuerda vuelves a empezar y a la de tres meteduras de “pata” terminas expulsado del mismo, y es entonces cuando por aburrimiento renuncias y vuelves a acercarte a los del churro, media manga, mangotero, que no deja de ser otro entretenimiento infantil que se practica entre dos equipos, de cuatro a ocho jugadores, que consiste en subirse a modo de burro y nunca caerte por ser el último en montar, es decir, y por simplificar, por desidia, poca habilidad y desentendimiento de la destreza confiada en los compañeros.
Por lo amorfo de los sentidos y la falta de responsabilidad, se me ha sugerido durante mucho tiempo cabalgar a lomos de la oportunidad que marca lo que el presente te depara con moderación, sin darme cuenta que he restringido el tiempo y he sido yo con mi temeridad el que ha roto el fino cable de la paciencia de quienes ocultos tiran de los hilos, o de aquellos que están por velar por la integridad del país que defienden a ultranza, impidiendo cualquier injerencia extranjera que afecte el buen nombre de su país, máxime cuando he hecho caso omiso de unas severas advertencias que creí nunca llegarían a manifestarse de forma real. Es hora de retirarse, pues no quiero desaprovechar el puente de plata que me han tendido sin trampa aparente al convertirme en un enemigo que huye sin armas ni moral reforzada para volver a empezar.
Aquí me quedará la experiencia de haber vivido en un mundo extraño, después de conocer corazones solitarios, descubriendo otros ambientes atroces y erosionados totalmente que malviven en la precariedad, o en el otro espejo de la justa calidad de una vida más holgada y placentera, ambos con el desánimo que señala a los desventurados, siempre protagonizados tanto por niños negros como por blancos, que no piensan en nada que no sea llevarse algo más de lo que sea como fruto de la fábula de una recompensa o un sueño que jamás se convertirá en una realidad, o en sentirse más felices que ayer quienes creen que por el color dominan una situación que otros la tienen agarrada con el mango de una sartén al rojo vivo, que calienta una desconocida paciencia por rebelarse y volver por donde has venido, no sin antes arrampiñar lo que no has conseguido recaudar en el día de ayer como dadiva obligada de tu existencia en la Tierra, como el ser que hoy vuelve imitando al perro del hortelano convertido en diablo que oculta el rabo entre sus piernas o sus patas de barro, si así se quieren llamar.
Ya era hora de volver según los guardianes del espacio caribeño democrático y desolado por un futuro incierto que acepto a regañadientes, dejando una parte de mi en una gaveta de recuerdos que rezuman tristeza y que no abriré. Veremos lo que puede ocurrir cuando ponga el pie en tierra, pero eso será mañana después de casi nueve horas de un vuelo a casa, que después de presentar mis respetos a quienes pudieran estar esperándome tras una ventanilla y cara de asco, les reportaría mi renuncia y rendición a seguir blandiendo sables de papel virtual contra machetes de hierro y revólveres oxidados que utilizan los jóvenes sicarios en el Far West dominicano, huyendo de todas formas de la humildad que rechazo envuelta en la mortaja de no reconocer haberme equivocado en mi cruzada por delatar simplemente la crudeza de una sociedad que únicamente respira sin pensar en nada más, inducida por la necesidad de obtener 500 pesos diarios, o 300 € con los que vivir modestamente durante un mes.
Espero después de estos años, podrán dejarme tranquilo para dormir en paz, incluso soñando con brujas y sin remordimientos del pasado y sin torturas anacrónicas ni amenazas repetidas en un dossier, para así volver a partir a mi refugio en otra isla calma, en la que descansar de una aventura que empezó por decir sí, se enroscó y se lió de mil maneras, y siempre por agradecer el favor a quienes me facilitaron poder viajar en los últimos estertores de una vida que se apagaba aburrida y lentamente, y a la que forzosamente me imagino le quedan todavía las dos ruedas de una motocicleta para ir tirando por otros caminos menos insólitos y con muchas menos matas y palmeras.
Se han contado las verdades del barquero sin esconder detalle alguno. Lo juro por mi honor que lo dice todo y es mucho, y se manifiestan abiertamente las alegorías por quien sufre las consecuencias de sentirse lapidado en su ego, refiriéndome en sentido metafórico al estudiante que le pide al barquero pasar de la otra orilla del Mar Atlántico (Caribe) al Mediterráneo, a lo que el portador de los resistentes remos le pide al solicitante que le diga tres verdades absolutas e indiscutibles, respondiendo el interesado lo siguiente :
Primera: Más vale pan duro que ninguno
Segunda : zapato con débil suela más vale en el pie que en la mano
Tercera : Si a todos los pasas como a mí, dime barquero ¿ qué haces tú aquí ?.
Sacar conclusiones de esta historia alejada de cualquier ficción es fácil cuando el miedo a perder libertad, perecer, quebrarse, quedar tullido o no poder huir, se hace insostenible y máxime cuando el barquero Caronte mitológico que domina ríos y mares, te puede poner unas monedas en los ojos para pasarte al otro lado sin que te des cuenta, lo cuál sería una prueba de haber llegado tarde a cualquier parte y sin apenas mortificarte por lo ocurrido, algo que va a resultar apremiante y doloroso cuando recuerdes que dejaste amigos, labios y mejillas de los que despedirse por una, otra y una última vez.
Lo siento, es una confesión escrita pues no puedo hacerlo de otra manera cuando los infortunios se recrean como teas encendidas en mi cabeza, lo que me obliga a seguir postulándome en el blog de los solitarios invisibles con otra antorcha en llamas y humeante para respaldar la premonición del estudiante a Caronte con una pregunta retórica : ¿ Qué haces tú aquí ?. ¿ Qué hacemos ?, ¿ Quedarnos en tierra o seguir navegando hasta el averno en donde los sentidos tienen otro significado y el barquero tiene miedo de ser el próximo en presentir que en sus ojos alojen dos monedas sin ningún valor ?.
“Mientras no se escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos serán víctimas de sus maquinaciones”.
Juan Pablo Duarte, Fundador de la República Dominicana.
“Perdón por haber transgredido con mi injerencia la hoja de ruta de quienes caminan a la unión y siguen sin saber que es la única solución.”
Belz, Actual “bloguero” que se despide, quizás dejando el rastro de su honor.
Che Belz Guevara: también en la madre patria hay asuntos que tratar, políticos a demoler e indigentes a ayudar… “he dicho”!
Al igual que hay caminos que ha ninguna parte llevan, también hay candados que ninguna llave abre!!!
Y en esta vida, la cual afrontamos al revés, (primero deberíamos ser mayores y después jóvenes), para afrontarla desde la sabiduría y experiencia que te dan los años, a la fuerza y empuje que te da la juventud…, para arremeter contra todo, y más allá!!!
((El supremo arte de la guerra, es someter al ENEMIGO sin luchar))