Haití “arde” y los políticos siguen dormidos en sus madrigueras sin salida, convertidas en reinos de nula lealtad con el pueblo

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HAITÍ y la injerencia “añadida al caos” convertida en los mensajeros del miedo y la muerte que no se puede tolerar

Después del discurso descentrado de contenido con titubeos y contradicciones del actual presidente Jovenel Möise, y después de que todos supiesen que el mandatario está sacando sin pausa y en secreto a su familia fuera del país con dirección a la vecina República Dominicana, la oposición totalmente encolerizada ha llegado a la firme conclusión de que ha sido personalmente quien ha dado instrucciones anónimas para que el fuego no deje de arder en las calles de Puerto Príncipe, precisamente un día después que el primer ministro Jean Henry Céant pidiese paciencia y una tregua pactada con los portavoces de las revueltas, ya sobradamente conocidos por sus exaltadas arengas a seguir con el caos y la destrucción.

Puerto Príncipe arde entre sus propios escombros, al igual que otros muchos puntos de Haití en donde la confusión es total y el miedo reina por no saber a que se debe tanta violencia, lo que ha hecho que la conciencia entre el bien y el mal y al amparo de la susceptibilidad más acusada por impedir más desmanes, la Policía Nacional Haitiana recupere su autoridad impidiendo que un grupo de sospechosos extranjeros se deslizasen astutamente por la ciudad sometida a la anarquía, detectando que el grupo de mercenarios y expertos en demoliciones, compuestos por dos estadounidenses, un serbio y un haitiano, todavía sin saber por quienes han sido enviados o contratados, portasen abundantes armas de guerra y munición, además de placas diversas para ser cambiadas en sus vehículos, lo que ha motivado una aplaudida reacción al arrestarlos sin dilación, sometiéndoles en estos momentos a un concienzudo interrogatorio que muy bien podría llegar a la misma teoría de una supuesta maquinación conspirativa y orquestada por algunos miembros del debilitado gobierno haitiano.

En palabras del Presidente de la Liga Haitiana Internacional Doctor Ocelouis Celestin, el país debe recuperar la cordura cuanto antes, pues la imagen que se está dando al mundo va en detrimento del crédito de renovación social y la perseverancia que se está empleando para descubrir y arrancar de una vez el tupido velo que cubre las verdaderas necesidades de una población oprimida, hacinada y maltratada, que no puede convertirse en víctimas perpetuas por la falta de sensibilidad y coherencia de sus dirigentes.

Ante las respetables manifestaciones de la Compañía de Jesús, popularmente conocidos como los “jesuitas”, muy impactados por lo que puede referirse a la corrupción, que han denunciado cuando tienen ocasión de lo que sucede en los muchos casos en República Dominicana, el problema haitiano únicamente puede resolverse con diálogo, una postura que el Presidente de LIHATI no contempla como la mejor forma si la misma sigue vulnerada por el desacato que habitualmente se produce ante la aplicación del imperio de la Ley, siendo la judicatura la única que puede discernir entre una clase parlamentaria que impide establecer una razón fundamental para dar paso a la verdad, y por deducción al convencimiento de hacer lo que se dice y se hace dentro de un estado de derecho que no puede transgredirse bajo ninguna excusa y concepto.

Dichas opiniones son plenamente ratificadas por el Vicepresidente y candidato a alcanzar el escaño del que sin duda será buen merecedor en el seno del poder ejecutivo, refiriéndonos al Doctor Ingeniero Marc-Aurel Bonne-Anne, añadiendo que una situación anómala como la que se está viviendo en Haití, debe indefectiblemente y sin demora retornarse en un sentido contrario a la perversión y a la injerencia externa, esforzándose el colectivo funcionarial y gregario por continuar el duro camino que habrá que seguir a la normalidad como objetivo, y a los principios fundamentales que exijan e impidan el juego sucio de la nefasta política, eliminando los privilegios escasamente cuestionados oficialmente y adheridos a la conservación de intereses adulterados y falsificados de personajes que nunca han gozado de un compromiso fiel con su rango y la lealtad, que poco hacen y harán por un país que en ningún caso puede estar siempre al borde del abismo.


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