Haití existe, vive y vivirá en libertad, democracia y progreso social a pesar de sus desencuentros internos

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La Liga Haitiana Internacional reclama serenidad, coherencia y una amplitud de miras políticas cuando el resto del mundo observa con precaución y tristeza un país roto y descompuesto, proponiendo oír otras voces más conciliadoras para presentar alternativas de paz, concordia, autoridad, justicia y progreso social, gracias a la implementación de una economía de escalas renovadas adaptadas al escenario real del país. 

La Liga Haitiana Internacional presidida por el Doctor Ocelouis Celestin, condena y recrimina con toda su pacífica fuerza los actos incívicos de innecesaria violencia que están sucediendo en la República de Haití, donde la oposición, tan desunida como precaria, transita a sus anchas sin corazón patriota, destruyendo el país y dejando a la pobreza que reine en la más miserable tragedia, que impide lograr un trabajo digno, comer y descansar en paz, lo que hace que los delincuentes circulen y cometan fechorías en la más absoluta impunidad.

La Liga Haitiana Internacional lanza un eco, una sonda urgente de llamada a las Organizaciones Internacionales para requerir ayuda y así combatir los desafortunados incidentes que abruman el futuro de Haití.

La Liga Haitiana Internacional reclama justicia real contra esos grupos incontrolados que campan con el marchamo y la estampa de la desidia social, citando l’Eternel, Grand Ravinnes, Raboto, Savanne Pistache, Delmas, Martissant, etc, personajes que deberán responder por sus execrables y nefastas autorías frente a la Justicia Internacional. 

Se exige paz en Haití y el pueblo debe concienciarse para no dejarse manipular y caer en el pesimismo de que poco o nada puede hacerse. La Liga Haitiana Internacional reclama inteligencia, armonía y la falta de ampliación de un compromiso político para mayor tranquilidad e ilusión del pueblo haitiano.

Como dice el senador Jean Renel Senatus, “si hay que dejar el país, que sean todos ellos los que tengan que irse”. Ni Senadores,  Diputados, ni el primer ministro y el presidente actual pueden pasar página y por alto los graves deterioros que sufre la totalidad del tejido social más vulnerable que está considerado uno de los países más pobres del mundo, a pesar de su evidente belleza y oportunidades para una inversión con paciencia, poniendo en un encerado de trabajo la discusión, desgraciadamente siempre pendiente, para hallar una solución ajustada a un derecho de protección generalizada inexistente.

¿ Se puede influir desde la distancia, desde otro país, en las vicisitudes de Haití, lo suficiente como para ir sembrando el interés de una corriente alternativa dinámica y limpia que fluya por los canales de la transparencia, el orden y el gobierno social ecuánime y abierto a una política sana, competente y adecuada a la realidad ? La respuesta sería SI y la Liga Haitiana Internacional tiene criterio y profesionalidad, hechos y razones para intervenir en el futuro de una tierra sufrida y aposentada sobre catástrofes naturales, personalismos egoístas de mandatarios que no han hecho más que lucrarse y entorpecer a los hombres y mujeres de buena voluntad, que se han visto impotentes para colaborar en el desarrollo de un Haití que todavía está por nacer como una nación libre, sin complejos y con la confianza de abonar cualquier factura pendiente y no deber nada a nadie que haya contribuido a ayudarla en momentos tristemente aciagos para su economía.

La Liga Haitiana Internacional no es un proyecto, es una herramienta útil, práctica y cambiante, que condena la injusticia, la violencia y la insensatez que siembra y riega todavía con sangre las calles. Algo que debe concluir cuanto antes para que Haití siga existiendo, como bien apunta el Doctor Ingeniero Marc-aurel Bonne-annee, una joven promesa del nuevo espíritu del renacimiento político e inspirador de soluciones plausibles a corto plazo, empleando imaginación y dedicación, sabiendo que el país vive y lo seguirá haciendo algún pronto día sin un desorden vigente, calculado deliberadamente por la manifiesta incompetencia y la irresponsabilidad secundada por el caos y la conformidad de dejarse llevar, sin pedir un necesario y exigente rendimiento de cuentas de una gestión ineficaz y nulamente estructural de un paupérrimo Haití.


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