
12 de Enero 2010, un día imposible de olvidar sin haber superado sus otras trágicas consecuencias

Ayer día 12 de Enero de 2020 nos refugiamos cristianamente en el dolor y la soledad recordando a las familias, amigos y compañeros que perdieron la vida en el trágico terremoto sufrido en Haití, ahora hará 10 años en unas horas inolvidables, que todavía nos separan de una solución para recomponer todo lo suscrito a nuestra historia, todavía interminable que tenemos la obligación de superar a través de un tiempo que nunca olvidaremos.

Más de 300.000 personas murieron y 350.000 sufrieron heridas de importancia en un país roto, castigado por el eje maléfico que originan los desastres naturales, que se ceban transmutándose en un país dominado por ahora por el diablo invisible, además de las víctimas que socialmente y en el preámbulo psicológico, siguen dañadas por un luctuoso suceso en un pueblo que sigue indefenso bajo carpas provisionales y en las peores condiciones insalubres inimaginables, carentes de medicamentos, educación y sustento básico en su alimentación, además de la esperanza, la misma que se dice que nunca se pierde, pero que sigue distante de alcanzar una tregua para lograr un consenso en la organización de plataformas cívicas que con coraje, determinación y pacificación de sus ideas, contribuyan a dar respuesta a un drama, al que se reconoce como inexplicable todavía, que va más allá de las creencias religiosas que pueden soportarlo todo, excepto la marginación al que se ve sometido el pueblo de Haití por no poder acceder y satisfacer las mínimas carencias, imprescindibles para obtener la sonrisa de un niños en constante situación de lesión traumatizada y desesperación palpable.

Dejemos pasar el aciago día Enero de 2010 que jamás podrá borrarse de nuestra mente, dentro del silencio de una oración y el deseo respetuoso por seguir haciendo una llamada de socorro a quienes tengan la voluntad de hacerse eco de nuestra insistencia de volver a Haití, de forma escalonada cuando las herramientas tenga un hueco para progresar y sin ninguna hostilidad, convicción frágil y amenazante, tanto allí como en la República Dominicana, país al que hay que reconocer su acogida más allá de lo admisible al que eternamente le estaremos agradecido, por la atención dispensada desde el primer día de nuestra prolongada desgracia.
“No se puede ganar una guerra como tampoco se puede ganar un terremoto.” Jeannete Rankin- Activista social y pacifista

Ocelouis Celestin – Presidente de LIHAITI
Liga Haitiana Internacional
Haití existe, vive y vivirá
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