
Los británicos y los aspirantes a rellenar sus venas con alcohol (sanitario) y sangre, como aspira el tal Fabián “Raymond” Picardo en su próxima reencarnación, se aprovechan de la sanidad universal y del paroxismo español.. quejándose todo cuanto pueden mientras se “tostan” al sol y con “aguas” de colores.
La falta de contestación rápida, rigurosa y contundente a las provocaciones gibraltareñas por parte del gobierno de Sánchez, sobre un incidente con un submarino nuclear muy recientemente en aguas compartidas entre el Reino Unido y España, en el que dicen tener la culpa la guardia civil, es un signo más de desprecio a los ministros competentes que están navegando en otras nubes con demasiadas dimisiones y un complicado “máster” y no replican como deberían ni siquiera a través de un subsecretario, manifestándose una actitud de rechazo constante británico al pueblo ibérico de ese sol y gastronomía que tanto admiran, tomándonos por gilipuertas los “llanitos beligerantes” que beben más manzanilla que ginebra seca, teniendo que admitir comentarios constantes y decepcionantes de esperpéntica naturaleza en la prensa amarilla, en la que se dice que los que practican “balconing” en Mallorca y se matan o se abren la cabeza, es porque las casas inglesas no tienen balcones, barandillas ni barandas, y claro está a los suicidas y borrachos les cabrean las barreras y fronteras, o cuando sale un jubilada que quiere demandar a Benidorm porque hay demasiados españoles en esa ciudad costera, sin olvidar al que socorrió a dos niños que se ahogaban en una piscina y pide una compensación monetaria, no al socorrista que debía cumplir con su función o a los padres, pretendiendo este tipo interponer una demanda al municipio por no examinar a quienes deberían velar por la seguridad en espacios públicos, ya que el seleccionado como salvavidas no sabía nadar. Y a lo mejor en este caso, el “desinteresado” inglés con aspiración de reconocimiento normando tiene razón.
El incidente al que nos referimos al principio de este comentario ocurre en la bahía de Algeciras, cuando la Royal Navy dispara una bengala de advertencia contra una lancha de la Guardia Civil, al entender que la aproximación podía poner en peligro la maniobra. Ha bastado diez minutos después del suceso para que el primer ministro gibraltareño Fabián Picardo, reconocido enemigo íntimo de España, salvo las gambas y los espetos que se come en la península cada fin de semana y en su chalet en suelo andaluz, calificase de “lamentable e inadmisible” el hecho, haciendo hincapie en que nuevamente se ha tratado de una injerencia en aguas territoriales del “peñón” dentro de un sistemático acoso e incursión ilegal de los “barquitos” aduaneros procedentes de España.
La Guardia Civil, acostumbrada ya a los graznidos de este político de gobernanza quejica en la roca y de demasiado “pico abusivo”, abogado y político astuto al que hay que reconocerle inteligentes atributos, que no impide por su inoperancia el tráfico de neumáticas rápidas de contrabando en la zona protectorada, ha intentado la “benémerita” una vez más quitar hierro al asunto, emitiendo un comunicado a través de la Asociación Unificada de la Guardia Civil en Cádiz, en la que sin contemplaciones defienden una actuación de normal corrección de los agentes a bordo de la patrullera que supervisaban la salida, como así se establece en los protocolos, de un submarino nuclear que ha permanecido durante más de dos semanas en una “bahía” transitada, en la que se concentran gran número de buques de carga y pescadores que van y vuelven y a los que hay que dar cobertura y aviso.
Y si de algo sirve, recordar que la educación es cultura y los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado español son un ejemplo de saber siempre ser cumplidores de su cometido, por mucho que les pese a los “monos simpáticos e ignorantes” que desde la “roca” y a corta distancia observan al único país que no ha logrado recuperar como su legítimo dueño ese trocito de España, máxime después de los procesos independentistas o de recuperación histórica hasta hoy día resarcidos con éxito en Naciones Unidas.
Así Señor Picardo, más respeto y menos solicitar una queja en toda regla por vía diplomática para hacerse usted notar, contribuyendo a desacreditar la débil dirección que ha tomado su enemigo, no vaya a ser que un día hartos de su negatividad tenga que esperar en su vehículo, como todos los demás frente a esa “valla política de inacabada transición” y considerada siempre con usted y que le separa de España, que aunque no se le cuadre y le rinda honores, tampoco le impide su entrada y salida con una sonrisa que nunca será desconsiderada.
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