La Justicia, nuestra confianza en su independencia

La Justicia es la única “independencia” legal y verdadera, por mucho que les cueste a algunos que creen estar por encima de ella.

Justicia indipendente
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Si no creemos en el titular que encabeza esta opinión, nuestro país merece someterse a un tratamiento de choque, de psicoanális profundo. Y que sería de nuestra voluntad de no someternos al imperio neutral de la Ley, ¿ ésto sería lo más parecido a un pueblo desasistido de un sheriff en un duelo en O.K. Corral ?.

Una cuestión es qué los políticos, todos y sin excepción, deseen influir con vehemencia y sean muy perseverantes en ello, que sí lo hacen, en las decisiones de la única justicia progresista e inmaculada por derecho de suposición que tenemos a sentirnos honrados con ella, y con matices de interpretación de las causas, que no vamos a negar sucede, pero es la que nos asiste en España, y otra pensar que los garantes de nuestro estado de derecho, la judicatura, se deje seducir finalmente en su recta y pulcra trayectoria, dirigida a mantener el orden de un código de conducta en todos los ámbitos, en donde su poder queda alejado en una separación de los otros dos poderes, los legistativos y ejecutivos. No olvidemos que también existe la opción de recusar a los intervinientes que administran nuestro futuro, sin olvidar pasado y presente, si tenemos la sospecha cierta que nos puede perjudicar.

No vivimos en una dictadura en la que se acotan nuestros derechos y libertades. Quiénes lo duden, o son demasiado jóvenes o han vivido en otra dimensión desconocida en un tiempo dictatorial. Afortunadamente disponemos de los mecanismos apropiados, que deben y deberían utilizarse para velar y protegernos a través de nuestros representantes parlamentarios, que de resultar inútiles, corruptos o deliberados ejes del secesionismo destructivo, deberíamos insistir en reemplazarlos cuanto antes, evitando así precipitarnos por los abruptos barrancos que recogerían por accidente, peligrosa aventura y por desidia, los huesos putrefactos de nuestra indefensión o de nuestro voluntarioso fracaso por no hacer nada. Las urnas están para votar, pero jamás para sumirnos en la precariedad que altere nuestra convicencia y un calidad de vida, que aunque con dificultades, la de muchos, tenemos la oportunidad de ir paliándola con la generosidad de todos y la contribución sin reservas del gobierno, ya sea municipal, autonómico o central. Y eso sí son tres poderes que si están hermanados para hacer un frente común al desamparado necesitado y comprobado.

Si no tenemos confianza y fe en la Justicia, aunque la ceguera y los errores, como la de cualquier ser humano, nos decepcione en su proporcionalidad, cualquier querella o sentencia nos dará igual, no asumiendo por desconfianza general, los hechos y las pruebas aplastantes con las que nos encausen, juzguen o setencien.

¿ Cómo podemos fortalecer nuestra conciencias, sin alimentarnos de motivos y razones, dejando de pulir las puntuales herramientas de la Justicia verdadera, que nos hacen a todos iguales ante la Ley ?.

Y todos lo demás insabores, desaveniencias o traiciones, podremos acumularlas en los libros de las paradojas, esas mismas que recogen los arranques testimoniales de esos interesados, gentes aparentemente ilustradas, que desean cambir su condición de populistas por la de protagonistas. Pero hoy no vamos a mencionarlos, no se merecen una letra ni más alta ni más pequeña, que les sirva de excusa penitente para descalificarnos y ofendernos, por este mismo medio y con exabruptos que ni siquiera somos capaces de ocultarlos con toda la oportunidad y el derecho a rechazarlos. Somos unos solitarios invisibles, pero muy transparentes, algo que deberían imitar nuestro anónimos detractores.


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