“La injusticia, en cualquier parte, es una amenaza a la justicia en todas partes.”

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Martin Luther King

Al hilo de nuestro último comentario sobre una mujer que había sido violada en Barcelona y a la que habían mordido un oreja con amputación de parte de la misma, ahora sabemos que era portuguesa de 37 años y su agresor un marroquí de 32, que ya había sido detenido en varias ocasiones, que ahora después de reincidir seguía en libertad tan graciosamente.

¡ ESTAMOS LOCOS O NUESTRO CÓDIGO PENAL ES EL LIBRO GORDO DE PETETE !.

Nos imaginamos que los captores del imbécil e insolente magrebí de turno, unos Mossos d´Escuadra que no dan a basto, profesionales que gozan de una estima y admiración veraz por parte de la ciudadanía catalana, deben de estar más que hartos de que episodios como el referido pasen a ser una nota discordante legal y simple en un expediente cargado de acusaciones que nunca serán lo suficientemente graves para seguir dejando a los delincuentes en libertad con cargos, para con toda segura probabilidad seguir añadiendo impotencia por parte de las víctimas y una incompetencia obligada, emitida por esos jueces que demasiado odian el delito pero siguen compadeciendo con honores al delincuente, al que se le otorga el derecho de la duda, aunque haya sido reconocido fotográficamente y sin ningún género de dudas, con el atenuante de dejar pasar el tiempo en el que una vez transcurridas las 72 horas, pase el tipo del infierno a seguir veraneando gratuitamente a costa del erario público, es decir de los siempre eternos contribuyentes que acogemos a personas necesarias para la evolución del país, pero indefectiblemente también a un buen nutrido número de indeseables, que reinciden y vuelven a hacerlo para mayor insatisfacción de quienes la saturación de casos como el narrado se convierte en un estigma para una ciudad condal que requiere de más orden y menos blandenguerias legales, que no conducen más que a la intranquilidad y al sufrimiento de quienes caen en las fauces de esos lobo solitarios de fauces sangrientas, a los que desde su primer ataque deberían romperles los colmillos o sus corrompidos dientes.


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