

Miren y vean mientras puedan señores y señoras, mayores de edad en una España que se cree la más piadosa del mundo por una rareza epidémica inusual, y se enfrenta a todos los disparates con una parsimonia que asustaría hasta a los erizos de mar. Dejen que les digamos desde este atril, que lejos de convertirse en un confesionario, lo estamos sosteniendo a duras penas para que no sea abofeteado como lo está por ataques cibernéticos inconfesables que pretenden cortarnos nuestras alas de águila, y que con toda su mala intención desean hacernos caer al pozo del ostracismo y desaparecer del espacio virtual, por el que nos dirigimos también enchufados a la imprescindible corriente que todavía alimenta nuestras descargas sobrealimentadas de aburrimiento, al no tener la certeza de ofrecer nuestras alarmas e inquietudes como cabría esperar.

Dicho lo anterior, retomamos la denuncia en la que insistimos manifestar la contrariedad de la mezquindad generalizada, unos por aplicar la ley del más fuerte en materia energética poniendo los precios por las nubes de la electricidad industrial y doméstica, a la vez que unos “trasnochados” y engreídos se regocijan con unos beneficios que son de espanto y que ni tan siquiera Al Capone tendría el coraje de ser tan malo, para vanagloriarse de unos actos tan improcedentes y despiadados para una economía social que mucha ansiedad padece y no puede pagar, mientras esos presidentes de compañías acompañados de esos truhanes de políticos enmascarados de zorros voraces, que les permitieron aprovecharse del pobre que no ve la luz de la solución imprescindible ni por asomo, a cambio de una vez cesados sus excelsas señorias, acceder a las puertas giratorias oficializadas, que en los consejos de administración se abren con cautela y una combinación indescifrable para asistir a una única convocatoria cobrando más de doscientos mil euros al año.

Y al paso de lo manifestado, recordar a los clientes, usuarios y otros que aceptan todo lo que le echen en el saco de la impotencia, que son todos los que acceden al ritual de pulsar los interruptores, decirles que son unos verdaderos cobardes sociales por no intervenir y sacarles la sonrisa a esos diablos de traje gris caro y corbata de color estampada, haciéndoles huir a “gorrazos” de sus oficinas y palacetes, persiguiéndoles hasta arrinconarlos para entregarles finalmente una antorcha para que supiesen a) donde encontrar un fósforo a media noche o cuando mejor lo necesitasen para verse sus pies enfangados de la misma porquería por donde pisan su modélica y “ejemplarizante” figura y b) exigirles se pongan unas gafas oscuras para volver a sus madrigueras, para que sepan lo que significa estar casi a oscuras, en su domicilio o en su lugar de supuesto y responsable trabajo, que no es claramente muy humano por cierto y mucho menos perdonable.

Las utopías también tienen cabida y sirven para hacernos reflexionar.
Si se denuncian crímenes de lesa humanidad perpetrados por canallas, quizá haya llegado el momento de unirse para secundar esa iniciativa por las muchas comunidades afectadas por razones obvias de no dejarse humillar, sin más martingalas fenicias, para descubrir que hay algunas leyes promovidas por indeseables que merecen ser nuevamente revisadas, dejándose de pretextos e historias de uniones europeas que lo impiden, pues ese “lobby” de búhos que se esconden en los sótanos, no dejan de ser nidos de camufladas serpientes venenosas disfrazadas de aves rapaces nocturnas, y son sin duda los culpables pertenecientes a la peor de las mafias con permiso para hacernos claudicar como sea, “sin luz ni taquífrafos”.

Y si no atienden a razones reivindicativas, habrá que preguntar a “podemos”, a los socialistas de pacotilla, populares demócratas con el escudo de España de hojalata en el ojal, los sindicalistas de mentira y los llamados “voxceros”, además de todos incluidos los independentistas y aficionados al terrorismo impreso de la gacetilla infame, porque no organizan una “razzia” de ladrones y refundan el estado de derecho, para evitar que no haya tantos “iluminados” que se aprovechan de los ciegos, evitando que “veamos” como día a día se apagan nuestras voluntades insatisfechas de esa corriente alterna e informativa que produce calambres de dolor, que anuncia que nada se puede hacer por evitar las subidas de una costosa y amortizada electricidad, necesaria para saber que todavía queda un ápice en la llamada calidad de vida, pues hay una Ley muy oscura que prohíbe emplear la linterna de la transparencia para ver que la corrupción institucional y la falta de aprestos, tendría que ser vigilada por vampiros, pues ellos no necesitan luz para pegar cuatro mordiscos a estos murciélagos que nos amenazan con no ver el sol jamás, de la verdad del abuso aberrante por diestros y siniestros títeres, de un consumo altamente encarecido que envilece, y se sigue consintiendo a la luz de la hoguera en el contador de nuestra mente y nuestra borrosa vanidad.


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