
Haití, un país olvidado a la sombra de lo que nunca fue y probablemente nunca será, si se sigue ignorando su presencia en esa geopolítica interesada y sagaz, que de vez en cuando reparte oportunidades.
Haití es uno de los países caribeños más desfavorecidos del continente americano que se han visto desposeídos del rol humano y comprensivo para tenerlos en consideración, dada la alerta de conflictividad que la falta de trabajo trae consigo, la corrupción incesante proveniente de esferas intermedias y como un creciente hábito aceptado entre todos aquellos que con un mínimo poder pueden sustraer un gramo extra en una vida que no es fácil para nadie, incluso para los más privilegiados, además de unos altos índices de desesperación consumida ante la falta de un plato de un guineo con arroz, lo que ha abocado a disturbios callejeros ante la falta de inactividad de aquellos que deben velar por restaurar la lucha contra la pobreza y no contra si mismos, que es lo que está ocurriendo principalmente hoy en las calles de la capital de un Puerto Príncipe oprimido, acechado por la impaciencia que genera explosiones a través de las mechas de una incontinencia popular.
Haití en una parte de la isla unida a una frontera de 376 km. de norte a sur con República Dominicana, y que con tan sólo 27.750 km.2 malviven hacinados y con una progresión de exclusión social más de 11.000.000 personas, gobernada por una forma de república semipresidencialista dirigida por Jovenel Moïse, que hace lo que puede dentro de una incomprensión fumigada por el caos generalizado, pero que ante la falta de recursos y la paralización de una ayuda internacional, no puede impedir que los proyectos de consolidar una reconstrucción a raíz de uno de los mayores terremotos del siglo actual, concretamente en el año 2010 que padeció Haití con una mortandad de más de 400.000 personas, por mucha disciplina y concienciación que se haga efectiva y haga brotar un halo de esperanza, que ya no tiene cabida en la mente de los más afectados, que se desnutre y padece irremediablemente entre los puños que golpean el estómago de ese boxeador contrario llamado desinterés, apuntando en el comentario, que en el fondo del problema de ese ring misterioso, abierto y sin cuerdas de protección, las fuerzas para resistir un segundo round ya no tienen valor alguno y apenas existen aunque se reflejen o se finjan.
Haití vive todavía y se le han secado las lágrimas por la impotencia de no ver ni siquiera un presente en un futuro que está lejos de ser soñado. Haití es un ejemplo de lo deshumanizado que sigue el mundo, las áreas fértiles que miran hacia otro lado, eliminando de la memoria demasiado aceleradamente, las muchas imágenes que de vez en cuando aparecen en los informativos sobre un pueblo vapuleado por las circunstancias, tanto políticas como climáticas, lo que produce un olvido frente a la responsabilidad de la comunidad internacional por evitar el llanto penitente de los más débiles.
Haití necesita trabajo lo que hace que hombres, mujeres, familias enteras con niños en brazos crucen la línea que les separa de una tierra hacia la hermana Dominicana, que disfruta de una economía más fluida, edificada a escalas de un turismo sediento de descanso, playas con encanto y seguras, además de una infraestructura dinámica y comercial que permite que miles de haitianos tengan trabajo, aunque en ocasiones éstos se vean sorprendidos con redadas ocasionales, ahora cada vez más focalizadas, que sirven para deportar a indocumentados, que dicho sea de paso lo son el 90% de un país que intenta regularizar su situación para lograr una seguridad jurídica que evite el menosprecio con el que en ocasiones son dispersados los nacionales haitianos, como seres que bajo ningún concepto pueden ser tratados como perros rabiosos metidos en un furgón que se dirigirá a los puestos fronterizos sin candados cerrados, para volver otra vez a empezar su éxodo laboral al día siguiente, pues el hambre no tiene alambres de espino suficientes y concertinas cortantes para evitar el paso firme y la voz en alto para gritar con agravio y sin odio ¡ Haití hasta cuando en el olvido de esos dirigentes que se llenan la boca de ricas palabras para donar democracias y oportunidades para los más necesitados !.
Podrán descubrir en el vídeo adjunto como no debe tratarse a nadie, máxime cuando se le arrebata la oportunidad de lograr un trabajo a un padre de familia, muchas veces revestido de indignación por el sacrificio, la interminable dedicación y una mala paga, que muchos dominicanos descartan y no aceptan ejercer en unos dominios territoriales con más envidiada abundancia, bendecidos por la ley de gravedad que sigue desequilibrando el azar y una actitud cada vez más pasiva de volver a empezar por parte de quienes tienen la mirada alejada, el corazón dormido y afortunadamente el deseo y el orgullo de al levantarse volver a reiniciarse con el mejor regalo que nos ofrece el talismán de la vida, que no es poco aunque para muchos sea poquísimo, si hablamos de un país olvidado y confundido dentro de un experimento social que algún día inesperadamente se acabará dentro del análisis de cómo puede resistir un pueblo las indiferencias de los demás : Haití Vive, y seguirá haciéndolo si se le da una pronta oportunidad.
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