
Ser pobre, ignorante y un olvidado de las oportunidades pignoradas que nunca se presentarán, no deja de ser un castigo sin padrino, mientras que para otros nacidos en otros lugares en donde se crece y se aprende, se adquiere una cultura y se tiene la opción “natural” de prosperar, no deja de ser un premio que ni siquiera ha requerido de esfuerzo alguno, y siempre se dará como merecido que ni ha costado casí nada que no fuese habitual en la vida de los privilegiados, que además comen todos los días caliente o frío y variadamente..
¡ Qué suerte, no pueden todos decir lo mismo !, diría el aprovechado de turno.
Pasar una jornada entre cuatro paredes grises de vivo bloque hormigón, que no de adobe sin cocer, desesperadas por recibir un golpe de brocha con yeso blanco para resaltar y localizar mejor las chinches, las moscas y cucarachas, con una cubierta de cinc que se lleva el huracanado viento de vez en cuando, carecer de agua y estar pendiente del inspector protegido por un par de “guachimanes” fornidos hombres de seguridad de la compañía, cuando por no poder pagar te has colgado punteando el cable peligroso de la red exterior de electricidad, además de no saber que comerás mañana, si un guineo o un plato de arroz, o si es festivo después de visitar una iglesia cristiana con una falda alargada y almidonada, ambos únicos alimentos a la vez pero en menor proporción, es un palo en la cabeza que te hace despertar, mientras que los obligados usuarios de esas “chozas” parecidas a una celda de prisión barata e improvisada, abierta en canal al calor del sol y con las puerta de una brisa que la luna cercenada hace brillar y es temida por el anuncio de las incesantes lluvias.
En esos cubículos impensables se acurrucan hombres y mujeres mermados del sobrado carácter que aparentan, de sensibilidad y manos duras cerca de la única ventana enrejada con varillas de hierro que en alguna obra faltarán, esperando la tranquilidad que trae la noche para tapar con una mantilla a sus hijos encadenados al juego de la nada para volver a esperar la mañana para mirarse entre ellos con ternura, luciendo mocos los hijos que tardarán en limpiarse, si la madre empieza el día buscando leña para prender una fogata y calentar la achicoria mil veces filtrada que servirá como café sin leche, pues ese lujo no se lo pueden dar.
Por esas razones, cuando en ese ambiente se encuentran madres jóvenes, muchas solteras y abandonadas, y conocen el derroche de hombres de supuesta desenvoltura económica, entre los que hay mucho viejo sinvergüenza o recién divorciado, viudos y jubilados, empresarios en busca de exotismo desparasitado y se lanzan ellas a la caza y captura no importándoles mucho que existan entre ellos mosquiteras de rechazo al primer envite, si con su presencia adornan la soledad de sus agrietadas noches de lujuria contenida, muchos de ellos, intercambiando sexo por cuatro monedas que después, según comentarios de sociedad poco acostumbrada a no largar historias que no sean reales y crudas, van aumentando sus posiciones, sin desearlo a simple vista por parte de los dos contribuyentes a formalizar un compromiso de compra y venta, o en muchos casos una formal relación. Y así, si la suerte acompaña a una de éstas “vírgenes bestales de las miserias inadecuadas a cualquier estamento e invitadas a la fiesta” de una inclusa ubicada en un barrio con nombre romántico que suena a pestilente, también a Romeo y menos a Julieta, todo se torna color esperanza incrédula, mostrando una fingida alegría y el ardiente deseo de qué a la afortunados les vaya bien por su periplo de desconfianzas a ser víctimas de chapeadoras y otras zarandajas, haciendo el paripé de llevarse bien hoy y mañana no.. o mejor también. Eso es el otro lado oscuro de los villorrios indeseados en cualquier parte de un Caribe en donde los dictadores de la libre empresa se aprovechan y se forran de oro con el miedo cobarde de otros.
Es dura la lucha y la ducha temperamental fría cuando la mujer pare un crío en un hospital solidario, y el padre desaparece entre las latas de cerveza y botellas de ron que se ha bebido, el cigarrillo de marihuana que se ha fumado y ese halo alrededor de la cabeza que sirve para identificarle como otro perdedor hundido en el barro y en sus propios excrementos de su machismo bastardo.
Y así, sacando de allí o allá, fomentando la necesidad de cubrir las carencias de los desheredados de la oportunidad como sea, así se encuentran muchas mujeres que se embadurnan y se salpican la cara con colorines, polvos y cremas, se peinan las trenzas y moños y se acicalan de arriba a abajo el cuerpo en el que se embuten un ajustado vestido para parecer más deseables a los ojos miopes de esos hombres que se levantan después del ocio de no hacer nada, salvo otear con la mirada la próxima pieza a la que abatir o enamorarse de ella, que también puede suceder en ese erial de complejos, desilusiones y quimeras que tiene todo ser vivo para volver a revivir un sueño o un cuento de princesas en un siglo XXI en donde todavía queda la lacra de las miserias y cabizbajas para siempre cabezas, y el saber leer entre líneas borrosas y contar con los dedos, que mala suerte tendrá al que le falte alguno en los pies o en las manos, para demostrarse que todavía hay razones para creer en algo que nos conduzca a ayudar y buscar el equilibrio en paz.. con la razón y la fe con el que hacer valer su reclamación y su llanto, mientras el poder del destino de muchos dependa de unos cuantos, a los que no hay que mirar jamás para no amedrantarse si no se posee el mismo poder locuaz de levantar la tapia que separa a unos de otros.
La clave está en la ignorancia, si no sabe qué está haciendo no imite a los demás en sus malas mañas, a la final hasta los niños los dejan como si nada (sean sus supuestos hijos o no).
amen