Viva la vida, muera la muerte

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“ En el lugar que oigáis el sonido de la trompeta, reuníos allí con nosotros. Nuestro dios peleará por vosotros “ Nehemias 4:20 ( precisamente coincide con la hora de una reflexión en maitines )

Así empieza el día y lo que queda hasta la madrugada

No hace mucho asistí a una reunión entre viejos militares y algún que otro extraño amigo que nada tenía que ver con una de las más viejas profesiones del mundo. Eramos sólo 10 y todos hombres, cuatro del desaparecido bloque de acero, tres españoles, un francés, un chileno y un venezolano recién llegado. Empezamos a arreglar el mundo con la opinión confundida y un diálogo franco y abierto, entre risas, chascarrillos, muecas y cómplices miradas, además de algunas botellas de cerveza que se fueron acumulando en una resistente mesa de operaciones alcohólicas bélicas, descartando como solución a nuestros desvarios las herramientas adecuadas que son las que en realidad podrían repararlo, en el supuesto que nos hubiésemos convertido en dioses de un Olimpo y tuviésemos a Zeus como patrón inteligente y negociador de aplicar factura a esos que dicen dirigir el sistema y manejan a través de intermediarios los hilos que hacen mover al resto de marionetas.

En la conversación, moderada y respetuosa como cabría siempre esperar, podía percibirse un tono rancio y nostálgico, quizás cansado por reiterar que ya quedaban pocos hombres de nuestra estirpe, enfrentados a la edad y a retenerla como fuera posible para no sentirse viejos maltratados y heridos en la solitaria capilla que cada uno se ha edificado en la memoria, pues profesionalmente morimos cuando dejaron de sonar los tambores y las trompetas dejan aviso de que determinadas acciones individuales a partir de la renuncia obligada, únicamente podrían verse disfrazadas en las películas de dibujos animados o en los juegos de realidad virtual que será difícil dominar frente a una pantalla que recoge falsos movimientos con inadecuado gesto de exceso imaginativo.

Todo ha ido demasiado deprisa, la vida sin depender de un sonido o una ráfaga de un viento silente, el confinamiento obligado por las circunstancias, el trabajo de encargo impuesto por analizar crucigramas y rompecabezas, la lectura para plagiar ideas, el perdón a cambio de la intranquilidad ansiada convertida en miedo a lo que te puedes encontrar sin saber cómo puedes reaccionar. Todo se ha transformado, y al igual que entiendes formalmente y sin un atisbo de locura que el mundo está girando al revés, los pobladores del planeta Tierra hemos perdido interés en demostrar de verdad tal de naturales somos, por lo que así hemos llegado a que ser sincero ya no tiene ningún valor, que las posturas sociales ficticias se enmarcan con una sucia brillantez en eso que llaman redes de “drogas” sociales, que la mentira tiene excusa y defensa la ignorancia. Ya no tiene mérito encararse a demostrar el uso de la razón. La sociedad está enferma, y las viejas glorias que ya tuvieron su segundo para demostrar que siempre fueron y serán distintas a los demás, se mueren lentamente dejándose inocular el virus que resta importancia a la responsabilidad, mientras tanto a cada paso que da el osado autocrítico, aparece una invisible línea roja que está entre lo irreal, el desorden mental, la incapacidad de volver a armarse de valor para luchar contra la nada.. y el aburrimiento.

Los relojes se paran, suenan las trompetas y se oyen los cánticos de 10 almas solitarias y en pena, que danzan su macabra danza “ Viva la vida, muera la muerte “ ya sea para despedirse hasta mañana y seguir contándose batallitas, o tomar la decisión de no levantarse un día de rodillas, cegados por las legañas como telarañas surgidas en una noche de pesadillas.


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