No deberían contar con nada ni con nadie, cuando los dedos de quienes poseen el bastón de mando están a punto de ser cercenados

Comparte este artículo

Aviso a navegantes, convertidos en políticos de ocasión, que no en ganaderos de rebaños que pudieran rebelarse y salir estrepitosamente de la granja.

La Justicia no puede se ciega a pesar que los perjudicados insistan en pedir una venganza miope, cuando de hecho se advirtió claramente a quienes nos llevaron a una de las decepciones más graves de la historia moderna de la civilización, que lo que estaban haciendo como gobernantes rayaban los límites de sus atribuciones. Y esa razón no deja de ser una temeridad.

Vamos a partir de un hecho que no puede tener una réplica aplastante para negar lo evidente. En las actuales circunstancias de incredulidad que tienen los líderes a todo lo largo y ancho de nuestra geografía terrenal, no tienen, tales payasos y figurantes del destino, aunque excepciones los hay, el suficiente carisma y argumentos de convencimiento para abocar a los pueblos a una confrontación de gran magnitud. Ninguna unión, plataforma de alianza, espíritu de concentración generalizado, salvo los mismos retrogrados de siempre que se apuntan a lo que sea con tal de embutirse en un uniforme, y ya fuesen del signo partidista y pestilente que podría darse, podrían aglutinar una respuesta mundial bélica en la actualidad, lo que podría hacer como revulsivo diferenciador que las capas se rebelasen con violencia y causa social para impedir hostilmente que nada prosperase en tal sentido.

El “nuevo” orden mundial ha fracasado o está a punto de ser fulminado por el propio caos que impuso, después del intento de vacunar y crear cíborgs obedientes, que en buen número sirven para dormir tranquilos y seguir balando unos y gamitar otros cuando las órdenes del grafeno vía 5 G, únicamente admiten la clausura del cerebro o de la parálisis de la mente, para dejar de existir y funcionar con sentido de ser precisa una renovación selectiva y precisa de la población, que en mucho excede y de la que no se pretende hallar excedentes que jamás pensaron en ser dominados por una “plandemia” que ya ha dejado de ser tal, pues ya no pueden ocultar que los jóvenes se siguen reuniendo y que cada día cuesta más convencer que las estadísticas se repiten con excesiva frecuencia en similitudes y en cepas nuevas que amenazan sin paciencia. Cada vez hay más en concentraciones multitudinarias y sin mascarillas, bebiendo, besándose y escuchando la música en libertad en conciertos y en “botellones”, que los habían dejado de emitir con estruendosidad, intentando únicamente oír el siseo de la ansiedad, el malestar, el peligro y la contrariedad dudosa de si todo lo que había sucedido era una verdad.

Hay que esperar que los pueblos reaccionen con solicitud de interrogaciones y juicios severos ante llamadas de auxilio de aquellos “terratenientes” llamados presidentes, que dentro de una subnormalidad injustificada para hacer pasar por el aro en llamas del peligro a todos los demás, se salgan con la suya creyendo tener todavía el poder de convocatoria y persuasión para seguir manipulando a sus anchas, convencidos de ser los elegidos eternos, para guiar las conductas ajenas con más patrañas y mentiras.

Nadie debe poner en actitud sumisa su vida al servicio de un imbécil, plebeyo de si mismo, que no ha sabido demostrar lo que promulgaba en sus panfletos electorales, al mismo tiempo que evitar que las alianzas políticas “antinatura” les sean consideradas un eximente, llegado el caso para no responder de sus errores.

Los elegidos por candidaturas habituales no son “dioses” ni tan siquiera gladiadores y mucho menos enfermeros de nuestras dolencias sociales si no las han diagnosticado previamente, para poner un remedio que no sea placebo perfumado con una sarta de promesas que a la primera incumplida deberían servir para meterles en la arena, en el patio de los leones. Así aprenderían que con el factor humano no se debe jugar y mucho tentar cuando con ahínco se insiste en que no se debe encender el fuego de la libertad que calienta las ideas y después con el frío de la insensatez que las entierra bajo tierra.


Comparte este artículo

Comentarios

   Send article as PDF   

Be the first to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*