

Nos preocupamos del cambio climático, de los residuos orgánicos y el plástico que se genera y acumula en los fondos de los océanos, mientras la niña inteligente y sueca rescatada de una escuela le echa la bronca a los gobernantes, naturalmente financiada por el gran “lobby” que limpiará mecánicamente las tierras y los mares manteniendo al alza el valor de su respaldo a la cenicienta que reivindica el planeta Tierra como parte fundamental de nuestra existencia . Y los ecologistas, que cada vez que tienen ocasión abochornan con sus mensajes la insensibilidad de la humanidad convertida en turista perenne que envilece el medio ambiente, con escaso éxito al parecer por no haber emprendido una acción directa, ya no contra la caza de ballenas a las que “televisivamente” nos tenían acostumbrados, sino con respecto a los cientos de cruceros que navegan arrojando todo tipo de deshechos por la borda, en vez de tratar las basuras a través de máquinas trituradoras y programas de reciclaje en sus espaciosas bodegas, antes de verterlos sin ningún miramiento en el mar, convirtiendo a la fauna marina en portadores de micras enfermizas que se devoran sin más.


Nos preocupamos de los incendios de la Amazonia, pero mucho más si lleva el acento ortográfico en la “i” para dejar un punto de diferenciación sabia y educada por presentar una pintura del paisaje verde en llamas, sin averiguar que las grandes corporaciones mineras, y por alguna ignota razón también las farmacéuticas y otros sectores serviles de la provocada deforestación, son los “supuestos” causantes de tanta pandemia natural que afecta de alguna forma el aire pulmonar, ya de hecho escaso y tristemente viciado que requieren cerca de ocho mil millones de habitantes de la esfera terrenal.

Nos preocupamos del automóvil eléctrico, de los 5,96 € que puede costar, por el momento, recorrer cerca de los trescientos kilómetros, buscando en las características del modelo elegido el tipo de batería enorme y contaminante que llevará, y si en el equipamiento incluirá wifi, tv e hifi, más el asistente neumático de pinchazos incorporado a un radar de velocidad.

Nos preocupamos y mucho de la seguridad aeronáutica que nos repite una y otra vez abrocharnos los cinturones y mantener el asiento en posición vertical, condición expresa para que cada día sea más accesible volar a otros mundos de espacios distintos, pintorescos y siempre atractivos para los observadores de vacaciones y negocios, consumiendo los motores insaciables miles de galones de nafta, que dejan una estela invisible muy por encima de las nubes.

Nos preocupamos del paro laboral siempre distante de la salud mental personal, de la recesión económica que nos visita con dureza cada vez que ya la teníamos olvidada, para que los jóvenes que no la sufrieron vuelvan a hipotecarse con la ayuda de los antidepresivos y el contubernio aceptado de los padres, que sí la padecieron dentro de los excesos de una crisis que afectó también a los ahorradores y los fieles accionistas de los bancos, llamándola burbuja inmobiliaria. Y todo lo leído queda en agua de borrajas que se sirven trasformados en gin-tonic,s consumidos por los “eminentes” economistas y políticos, que gozan de impunidad y perdón por sus fatales errores, demostrándose que no hay mejor biblia y medicación para la mente preocupada que echar un vistazo diario al Ibex 35.

Nos preocupamos de la cobertura del móvil, ansiosos e intranquilos de la llegada del G5, para conectar con las estrellas del infinito, esas que no brillan y que nos pueden sorprender trayéndonos a visitantes de otros planetas, o bien esos seres producidos por la inteligencia artificial que para despertar el interés y el entretenimiento de las gentes, probablemente estén siendo diseñados en los laboratorios del genoma humano, dentro de un proyecto de ciencia ficción espacial con tinte terrícola denominado “el amigo extraterrestre”, versión 3.0 en el que próximamente se viajará a la mítica y socorrida luna como si se fuese a Disney World, para ver donde viven en su cara oculta los lunáticos.
Conocer a otros es inteligencia, conocerse a sí mismo es sabiduría. Manejar a otros es fuerza, manejarse a sí mismo es verdadero poder.

Nos preocupamos de la listeriosis, de la pesadilla en la cocina con la ensaladilla rusa, de las muertes diarias por el virus de la ansiedad mortífera a degüello que no deja de reunir huérfanos, de la violencia por el robo callejero, de la cocaína que se consume más de la cuenta, las migraciones de hambrientos pacíficos o malhechores que no cesan, de la liga de fútbol, de una independencia catalana que no se confunde al mezclarla con las habas y la maestría artesana de otras “Adas” con su recetario barcelonés por más señas para entender la brujería, del tiempo y la lluvia que no cesa, de los desastres meteorológicos causados por un agua caída inesperada e incontrolada que anega pueblos entre la desgracia de grandes y escasos bienes de los ya desheredados, y mucho menos nos llama la atención esas 350 personas incompetentes y una figura real clase “bourbon” embotellado y sin sabor, que no sirve para emborracharles y dejar que se amodorren mientras él titulado por decreto “ley-rey” toma las riendas y da soluciones, impidiendo que esa iconoclasta y también religiosa casta de inservibles “alienígenas autóctonos” acomodados de sus sillones parlamentarios, dirijan nuestro destino, pues en sus manos, está comprobado que hemos caído como peces en un estanque de pirañas, mientras ellos se lucran todos los meses sin hacer nada y con un suculento finiquito, esperando que los votantes vuelvan a ser llamados a las urnas para autorizar a ese ejército salvaje dirigir el “cotarro” de descarados socorristas, desde un chiringuito que cada día huele más a excremento de cotorras.. posiblemente podrido ya por no enterrar a buenas horas sus “escatológicas” miradas en el putrefacto baúl de los recuerdos, que nos amenaza con abrirse una vez más para comprobar como se evapora el último aliento de la esperanza en creer que el destino lo es todo.
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