Sapiens o Neardentales del siglo invisible que nos aleja de la capacidad de entendimiento

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Probablemente esta opinión se halle degenerada por un estado de ansiedad subyacente de exigir la procreación del pensamiento para que la coherencia discurra sin cortapisas y en la libertad más absoluta, que lejos de evolucionar se contrae y hace una regresión hacía los confines de las dudas que se maceran en el intelecto de cada ser. Lo cierto es que es fácil llegar a la conclusión de que los sapiens de hoy piensan poco y a los neardentales el cerebro les pesa cada día menos.

Se observa y ya desde la cornisa, no desde la seguridad tras una ventana, que el mundo gira porque todavía tiene cuerda para rato, y si alguien se la dio en su momento, probablemente hoy se estará riendo de ello con la sana intención de no volver a caer en la tentación de darle otra vuelta de tuerca a esas manecillas de un reloj que marcó siempre lo esperpéntico y que ya dejó de hacer de despertador hace mucho tiempo.

Es cada día sumamente difícil entenderse con los prójimos y mucho menos con los primos de ellos, entendiendo que no hay solución, mientras haya cada vez más manos que acaricien el teclado de un teléfono móvil y no un libro de cabecera que impaciente espera en la mesita de noche.

Desafortunadamente la ignorancia apremia y las multinacionales saben muy bien que tienen cogido al consumidor por los testículos y las vaginas para hacer de ellos los esclavos del funesto presente y el próximo futuro. No hay remedio, no existe solución, y las redes sociales se ha convertido en el principal detonador explosivo de las relaciones entre las personas, unas por hallar en el medio la esperanza de hallar a la persona perfecta, otras por pernoctar su soledad a todas horas dando la lata con mensajes que de forma subliminal e incesante caen en cascada a cualquier hora del día y de la noche.

Muchas personas se han convertido en indigentes nunca anónimos del sistema, en drogodependientes del WhatsApp, el Facebook, Instagram, Tinder y toda esa retahíla de aplicaciones para hacer más llevaderas las ilusiones y las frustraciones que nacen cuando el silencio para pensar y meditar ha quedado obsoleto en la mente de quienes todavía tienen un ápice de sonoridad que les despierta para sentirse más vivos que el cargador de la batería de su replicante instrumento, que sin el mismo al parecer los nuevos sapiens y neardentales adoran más que a su propia estampa, sin saber que los cromañones los siguen fabricando a destajo para que esta sociedad extraña siga su deriva en retroceso a la era cuaternaria, en la que el eructo y el sonido ronco del mamut también servían para comunicarse para decirse todo o quizás nada, como ahora.


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