De los “hartazgos” y de que el efecto dominó no se interrumpa una y otra vez

Okupas, indipendentismo y corrupción
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De la corrupción, las independencias y sus escasas repercusiones, mientras duerme la justicia.

Además de los “amos del mundo” y sus peones, también existen algunos “villereyes” y villanos, depuestos algunos, creidos intocables, de pequeños solares de la Tierra madre que persisten en independizarse de la gran urbanización global, que utilizan sus poderes por acumular inconfesables pactos, sobornos y secretos, atesorando arcones repletos de dinero y durante mucho tiempo bajo el expolio, especulaciones y comisiones, frutos de la insaciable corrupción, a fin de sustentar levantamientos imprudentes, que de triunfar, les haría impunes a afrontar hechos delictivos cometidos en otro tiempo no tan alejados del presente, a los que se añaden otros oscuros y falseados presupuestos destinados a otros menesteres de pública educativa y saludable necesidad reconocida con un agravio carente de protestas plausibles y efectivas , que han servido para completar el proyecto de separación de ésta nuestra gran comunidad, apoyados por “mandamases” y dirigentes de autonomías que aspiran a algo más de un auto-gobierno leal a un país y a su constitución, obligados así a convertirse en cómplices de un error que desgraciadamente no se corrige ni se paga, como cabría esperar por parte de una “justicia” dormida que tarda demasiado en despertar. Y lo menos difícil sería que el efecto dominó se realizase sin ponerle trabas, impidiendo que alguna “mano” desorientada o demasiado interesada lo impidiese. 

De los políticos y sus posturas excesivamente tolerantes y transigentes

Muchas veces olvidamos los ciudadanos que las instituciones son propiedad de todos, así como ayuntamientos y ministerios que deben velar los elegidos para tal encomio de ejemplaridad, que desafortunadamente no se ofrece en cuanto a transparencia se refiere con omisión de sus deberes sin exámenes finales para conseguir que sus malas notas no tengan castigo alguno si lo han hecho mal, y así garantizar el estado de un bienestar que hoy se pone en duda, así como de una vez por todas, empezar a ver que el chascarrillo popular de que quiénes la hacen en perjuicio de todos lo deben de pagar, con condenas de obligado cumplimiento, que a las pruebas nos remitimos, dejan mucho que desear.

Tenemos muchos la sensación de que nuestros representantes políticos se preocupan más de ser ocurrentes en sus encuentros en el hemiciclo o en sedes de lo judicial, en ocasiones llegando al fácil insulto e improperio estudiado frente al espejo la noche anterior, que después se perdonan entre sonrisas, abrazos y apretones de manos, que no tratan de disimular, lo que podríamos llamar hipocresia que no cortesía parlamentaria, por lo mucho que tratan de defender y que pocas veces se contrasta, dejándolo todo para el día después.

De las promesas y actos invalidados

Echamos muchos de menos que las teorías y proyectos no se estudien con respeto en el Parlamento y se reflejen en negro firmado sobre papel estampillado, que los pliegos de reprobación tengan tan escasísimo valor, que se pierda tanto tiempo en no legislar y siempre estar en continúa promoción electoral, lo que viene a fomentar el hartazgo de que las comisiones de investigación no sirvan para nada, salvo para purgar la intranquilidad de los citados la noche anterior entre consejos ajenos que nos les impedirán descansar, o los que simplemente sueñan, piensan o deliran que dudas, excusas, sorpresas y mentiras dirán, mientras los más experimentados en tales absurdas comparecencias se reúnen con sus abogados para lidiar en su defensa a la “bestia” de la verdad, sabiendo con meridiana certeza que nunca les morderá.

De los “okupas”, sus daños y su inverosímil “protección”

Nos indignamos cuando se recuerda que cuando se invierten los ahorros en ladrillo, correspondiendo a tanta llamada que se ha hecho para sostener al sector de la construcción, las leyes impiden desalojar prontamente a quienes ocupan ilegalmente la propiedad o que no abonan la cuantía de un contrato legalmente formalizado, provocando temor y desazón en aquellos inversores que crean riqueza indirecta, o en quienes intentan rentar a precio justo para aumentar sus planes de exigua jubilación, viéndose atrapados, perjudicados por las eternas tardanzas en resolver su precaria situación, máxime cuando son alertados previamente con avisos que por su dureza rozan la provocación, que los derechos legitimados quedan en segundo plano y benefician mucho más al que causa detrimento, que a la parte que reclama rápida ejecución en las sentencias de desahucio, mientras que muchos de esos “delincuentes”, que lo son, pues roban el espacio que con sacrificio se ha logrado poseer, a todos también nos perjudican elevando las facturas de agua, gas y electricidad, al “engancharse” a los servicios con el beneplácito de quienes nos deberían proteger, fomentando así una mafia de insubordinados, de letra pequeña y actos violentos de rechazo, que comercian con viviendas, falsos documentos y simbólicos traspasos que hacen aumentar sus carteras, denotándose una preocupación que al parecer no se exhibe para ser solucionada al demostrarse la presunción de inocencia, o un derecho de amparo que debe ser atendida por quienes localmente nos representan, sin inhibirse la intervención de una justicia que debe tener la obligación de elevar y escarmentar a quienes juegan con los derechos de quienes la reclaman ajustada a derecho en los largos pasillos de las interminables esperas.

De nuestra falta de fe, esperanza y caridad y con mucha merma de comprensión.

Y así nos va, perdiendo poco a poco la fe, alimentando el rechazo y no creyendo las falsas doctrinas que terminarán “quemándose” en unas ardientes urnas de vez en cuando, que sólo sirven para reemplazar a quienes hablan, sonrien y prometen mucho, tanto, demasiado, que si no lo hacen, siempre será con la justificación de achacar la culpa a los demás, esperando que los próximos candidatos sigan tratando los asuntos eternos, siempre pendientes, que ellos han sido incapaces de resolver. Y de esos “procuradores” sólo de intenciones, nos consta que ya son demasiados.


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