
Los ves enjutos, con trajes azules y grises, taciturnos, cabizbajos cuando asisten a un acto conmemorativo, sea del signo que sea, aunque sea una estafa, y lo primero que pensamos es que han perdido el reloj y andan buscándolo, por la misma calle hasta llegar a la plaza de Sant Jaume, el mismo número, recordando que fue el año pasado y por idénticas circunstancias por las que vuelven a pasar, y que a mejor sinceridad si cabe no saben muchos todavía porque están ahí. Son los politicos. Esos “comandados” por el pueblo que dicen nos representan en esa porquera en la que se ha convertido un libidinoso Estado, cargado de reproches y notas discordantes en las que el provecho propio es lo único que cuenta para los nuevos centuriones que portan los gladios que han tomado para cercenar nuestras libertades, que se escudan en preceptos que suman demasiadas prohibiciones y una manipulación que puede explotar, pero que no se atreven a desmontar pancartas que juegan a liar la problemática secesionista más allá de la tolerancia ciudadana que acude a una concentración de reivindicaciones variadas.
Que gracia hacen cuando todos, como en la conmemoración de los atentados en Barcelona el 17 de Agosto de 2017, han hablado con uno de los afectados, testigos, o heridos, porque hacerlos con los muertos les sería difícil convencer todavía a una sociedad que se lo cree todo a pies juntillas, denotándose un ejemplo de falsedad que se emancipa de la verdad exigida en momentos cuando el dolor se recupera y se intenta olvidar, percatándonos que al parecer hubieron muchos más fallecidos que los contabilizados, a los que al parecer se entrevistaron hasta con los monjes de Montserrat.
Se dice que la célula pseudo-yihadista, fue alertada por los asesinos intelectuales escondidos en el oasis de unas arenas movedizas en las que por precaución nunca nadie penetrará, dándoles instrucciones precisas de no atentar contra lo programado en un principio de locura estratégica, y que tenían la libertad de hacerlo donde quisieran, pero nunca contra las instituciones, personalidades políticas y mucho menos contra el campo del Barça y la Sagrada Familia, y que cumplidores fueron pues allá nunca llegaron y en las Ramblas se quedaron pensando, a tenor de sus cortas luces y escasa experiencia conductiva, que dejarían tantas víctimas con piernas rotas, cabezas aplastadas y cuerpos magullados, presumiendo que no habría atisbo alguno de dañar hasta herir de muerte a 16 + 1, ya que los juegos virtuales son una ficción y ellos únicamente representaban a unos emocionados idiotas, rencorosos, fanáticos de los terroristas con licencia propia o inducida para malherir.. o matar.
El estúpido conductor de la furgoneta dañiña que sembró, mató e hirió, lleno de ira y grifa, sabiendo que desde el cielo lo protegían, se lanzó a sabiendas que estaba en caza y captura, que sería abatido y que no podría hablar de donde partían las instrucciones precisas que lo dejarían en rídiculo, lo que le hizo degollar a otro ciudadano para arrebatarle su vehículo y partir en sentido contrario del punto nuevo de reunión, desconfianzo y presumiendo que otra trampa se ceñía para cerrarle la boca y únicamente dejar a tres testigos mermados de capacidad intelectual para dar sentido a lo que indecorosamente se había organizado con una participación de “niñatos”, que nunca perjudicarían una investigación próxima al esclarecimiento de lo que nunca se sabrá, urdido por otras mentes frías que se esconden y seguro que nadie encontrará.
Implicarse en el desfile del 17 de agosto 2018, servir de claca y aplaudir un acto de homenaje conmemorativo, les sirve a los políticos para refrendar una vez más su carácter de necesidad a admitir una democracia sin cuestionar, que sin ellos, o con ellos, lo que requiere es cribar a aquellos que con sus comentarios creen que con queso en la ratonera somos iguales de malvados que ellos por manifestar lo que todos los confidentes saben y ninguno se atreve a manifestar, pues las cloacas siguen oliendo a reservado que concluye con una festividad lamentable y un hedor insoportable de atentado que hubiera podido evitarse, que acompañará los billetes de ida y vuelta facilitados por la Generalitat de Catalunya de quienes han asistido al segundo funeral, sin el tañido de las campanas que nada tienen ya que replicar, salvo para anunciar el olvido el año que viene de los fisgones, los visitantes, los todavía actuales dirigentes que se han marchado con paga vitalicia y una alcaldesa de Barcelona, que llora desolada e hipócritamente en el hombro de su conciencia.
Menuda parodia, a más ver y comprobar las caras de los que en la imagen aparecen para suponer que existen cuervos disfrazados de humanos, que nunca responderán de sus actos y mucho menos de los ensayos que están fraguando desde la otra acera de la inteligencia o desde los despachos de un comisario en celo para partirlos en dos, o a los tres y al cuarto que se aloja en un escondite belga para seguir riéndose de sus atribuladas exigencias por una independencia de Catalunya, que mucho tenía que ver con los frustrantes atentados a los que hoy se rinde culto desde el trastero de la oportunidad.. para todos y por igual en el día de hoy, en la hora después.
Siempre me dan no sé qué ésos políticos, cuando salen en los actos conmemorativos… rezuman hipocresía por todos los costados, y casi se puede oler la cebolla que llevan escondida en las solapas… lágrimas de cocodrilo.
En fin! Una banda de actores, bien pagados por todos nosotros… los ciudadanos de a pié somos otra banda, pero de imbéciles, por no sacarlos a gorrazos!!