
Se tiene constancia que cada vez más hay venezolanos que se trasladan a España, compran una vivienda de más de 150 m2, e incluso llegan a abonar un millón y pico de euros en el barrio de Salamanca de Madrid o cualquier otra zona de interés elevado a lo más alto, obteniendo residencia fija y en poco tiempo el derecho a gestionar una doble nacionalidad.
A ustedes les parecerá raro, sino sorprendente que tal está la crisis en Venezuela, todavía queden gentes y familias con suficientes haberes para desplazarse a la península ibérica y sin problemas de llevarse o transferir el monto total, llamado popularmente pasta, además de nutrir suficientemente una cuenta corriente holgada hasta una eternidad que les permitirá no trabajar hasta el holocausto final, adquirieran inmuebles no precisamente de protección oficial, con gastos de conserjería, mantenimiento y seguridad si son propiedades unifamiliares ubicadas en algunas prestigiosas urbanizaciones cercanas a la capital
de España, aunque tampoco mucha diferencia hay entre las de propiedad horizontal y entradas señoriales con herrajes de hierro grabados con blasones, heráldicas y espadones, con vistas de dúplex y áticos a un cielo, que aunque contaminado sigue siendo un elogio considerarlo como un cobijo o techo de protección para mundanos de ligera mudanza, indianos de corte clásico y moderno y en este caso a los mal llamados también despectivamente venecos por los colombianos, de los que muchos llegan a los aeropuertos españoles en otras condiciones más perentorias para alojarse en hostales o en casas de amigos y familiares hasta encontrar un empleo que tardará en ser legal.
Indagando que suele ser una costumbre que en solitarios invisibles tenemos por norma realizar, antes de ejercer comentarios híbridos, ciertos y avinagrados en muchos casos, no a gusto siempre de todos nuestros lectores y provocadores, hemos averiguado que son cada vez más las esposas e hijos de militares con ensalada de cargos y medallas en la pechera y beneficiarios de muchas corruptelas, a los que hay que añadir familiares de políticos y conocidos miembros del clan bolivariano, así como delincuentes del narcotráfico y el mercado negro de autosuficiencia financiera que están anticipándose a la huida, a la desbandada antes que Nicolás Maduro Moros les deje en la estacada al comprobar que tiene la maleta hecha, quizás para encontrarse en franca tertulia algún día en la Casa de Campo paseando o en el Club de Polo admirando la crin de un caballo, o bien en el restaurante Diverxo para seguir hablando de negocios en la distancia de los 6990 km que les separan de su Caracas ciudad deprimida y sin ley, que no sea la aplicada de una policía que protege como socio al maldito malandro bastardo, de dos dedos de frente con reacciones demagógicas y cromosoma criminal XYY, básico por emprender acciones de secuestro por instinto al descubierto, y tiro en la rodilla si es blando, y que tiene mucho que ver con los 28.479 asesinatos cometidos y censados oficialmente en 2016.
Nicolás Maduro Moros es responsable civil subsidiario de las víctimas que produce el caos, además de trajearse de tirano que dinamita el sistema democrático que ha dañado a conciencia, imprudencia y mala praxis cuando habla de un estado de derecho que lo vapulea a placer, pues nada hace para paliar el hambre, el éxodo y la matanza de manifestantes señalados, localizados que los hace encerrar en el mejor de los casos o desaparecer allí donde estén si han alzado sus puños en protestas para después de separarlos y en salas de interrogación dejar que sus esbirros los suiciden arrojándoles por las ventanas para evitar que vuelvan a reagruparse, reinventarse y salir disparados a cualquier otra parte del mundo a refugiarse, tal hemos apuntado antes cuando ya existe una corriente adinerada que ni mucho menos reniega de la actual situación que atraviesan los “otros” venezolanos con ojeras en un país que ha llevado sus arepas a plazas, parques y jardines, allí donde les acojan con comprensión y benevolencia para vender las necesarias y poder seguir comiéndolas, mientras los incondicionales y comprados por la miseria de una tarjeta de racionamiento especial emitida por el gobierno a sus allegados, se enriquecen con la pobreza de las necesidades de sus vecinos y conocidos,
En España y en Chile, como país vecino alternativo preferente y en menor escala, se están vendiendo propiedades inmobiliarias de todo tipo de superficies, alturas y ubicaciones, logrando los intermediarios una buena cartera de ricos buenos clientes venezolanos que les han hecho encarecer el producto por la demanda, que pagan en euros y dólares, y si son edificios enteros y emblemáticos tampoco les hacen ascos a tramitar los pagos con lingotes de oro que entran con certificado suizo u ocultos en una valija diplomática que como únicos testigos, supuestamente son embajadores y cónsules afectos a una trama que la fiscalía española con extensión expresa a la Interpol, podría descubrir una denuncia que se orienta a perseguir a aquellos que están desvalijando con deshonra y malicia a un bello país que un día fue un ejemplo de progreso,
educación, cultura y receptora de hombres y mujeres de todo el mundo que quisieron trabajar para elevar a Venezuela a la admiración que hoy desgraciadamente no se puede comprobar ni por asomo, en una sociedad lacerada por un régimen fallido e intolerable de seguir soportándolo por una comunidad internacional que está tardando demasiado en responder a un clamor popular, que se silencia con tanta falta de respeto y desprecio lo que podría considerarse un grito de guerra civil sin armas.
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